lunes, 13 de agosto de 2007

Poesía líquida: José Manuel Barrios: Explanans (Lima: Zignos, 2007) por Juan José Mendoza*


Todos perderán el ritmo, para eso son los ritmos y los equilibrios, para que se pierdan.
Guillermo Bacchini

La historia de la poesía es la historia de una imposibilidad: la imposibilidad de escribir el silencio.

Poesía era en y cuando aún se estaba por decir, en y ahora que el silencio. La poesía fue lo que estuvo antes que el poema; y el poema es lo más parecido al bouquet que la poesía dejó en su paso por la historia de este mundo.

La poesía, por si acaso, es vacío, precipicio, hundimiento; el poema, en cambio, epidermis flotante, superficie, punta de iceberg.

La poesía es líquida: la poesía liquida. La poesía debiera entenderse como aquello desestratificante -a lo que otros llaman desestructurante- que hay en todos los estratos -a los que otros llaman sistemas-. El poema, por su parte, debería entenderse como la estratificación de lo no estratificado (o el intento de lo informe por alcanzar alguna forma).

La decisión por la poesía es una decisión radical. La decisión por la escritura del poema, en cambio, es una decisión más entre muchas otras que se pliegan en el concierto de opciones estratificadas en el diagrama de las fuerzas que rige a la escritura contemporánea (viejo/nuevo, activo/reactivo, etc.). En ese sentido, la escritura de José Manuel Barrios entraña una decisión -más allá de su voluntad por cierto- que pasa por la búsqueda de la poesía sin la escritura del poema.

La nueva escritura ya no desdeña el pasado (como alguna vez lo pretendieron las vanguardias) ni, mucho menos, opera importaciones mecánicas de estéticas foráneas (como desde siempre que tenemos memoria -desde que tenemos historia- se ha pretendido en Latinoamérica). La nueva escritura -la que por ejemplo escribe José Manuel Barrios desde una literatura que quiere ser más latinoamericana que uruguaya- es una escritura que pretende, pese a su orfandad, ser legítima heredera del pasado ancestral(1) que la constituye y, a la vez, ser portadora de esa frescura que acompaña a las cosas nuevas. Hecha con palabras deshechas, el poema que no quiere ser poema, flamea en la sólida liquidez de un verso que se evapora en la díscola mirada que, en lugar de leer, se fuga hacia un lugar ajeno a la fuerza centrípeta del texto. Como ya vaticinara en "Democracia"(2006), el primer libro de este joven escritor uruguayo a pesar de él: la literatura de hoy ya no huye hacia la realidad ni la política sino que, lejos de ello, la literatura de hoy ya no es política(2) y, sobre todo, ya no es literatura.

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La poesía está allá, lejos. El poema es la intuición de quien sospecha insuficientemente aquella existencia remota, nunca comprobada(3). Los límites tanto de una como de otro son difíciles de determinar. La poesía es la imposibilidad de la experimentación. El poema, en cambio, es la experiencia de quien, atrapado en la trampa de una distancia, renuncia a vivir y se aboca a una búsqueda hecha gesto, un gesto hecho inmóvil, un inmovilismo hecho silencio, un silencio hecho perturbación, una perturbación que se parece a la sensación de estar aturdido (por lo molesto e incómodo que se puede volver el silencio en ciertos momentos). Ese gesto inmóvil es el movimiento fético de un poeta confundido con el lenguaje (fundido en él), decidido a vivir la experiencia de los límites mismos de la escritura o, en su defecto, a escribir.

El poema está hecho de palabras. La poesía está hecha de ruidos, de ecos de ruidos, de sospechas acústicas pero, sobre todo, de imposibles silencios y de silencios a secas (aunque desde finales del siglo XIX -desde Stéphane Mallarmé según dicen- en los poemas hay también ruidos, ecos de ruidos -golpes de dados, ecos de golpes de dados-, y todo eso sugiere una aproximación más decidida -un golpe de suerte- con la poesía).

El poema está escrito en un papel, está también en la voz de quien, terco, lo pronuncia, y hasta puede estar en una canción que suena en la radio. La poesía, en cambio, casi nunca está en una canción y rara vez está en un papel (excepto que el papel, luego de escrito el poema, todavía permanezca en blanco).

El poema quiere mostrarse, de ahí que se diga que los artistas son egocéntricos. La poesía prefiere ocultarse, gusta del escapismo y es autista.

El poema quiere decir algo, busca sorprender, re(e)vocar un sentimiento. La poesía no dice nada y ni siquiera busca no decir nada, aunque siempre termina diciendo algo, muy a pesar de su no voluntad al respecto.

La poesía es en/cuando se estaba por decir y no se dijo. Está mucho antes que el poema. Y si llega a ser algo, ese algo es como un silencio imposible por fin posible: por fin silencio. Imposible hasta el hartazgo; de ahí que se diga que el poeta está agobiado de poesía: al poeta le duele toda una vida el parto del poema; le dolerá toda una muerte alcanzar la poesía.

Al poema se lo escribe, se lo lee. A la poesía se la busca incansablemente y, algunas otras veces, en su sentido más inhóspito, ni siquiera se la busca (ahí el poema es silencio puro hecho palabras mudas).

A la poesía hay que buscarla no en el poema, sino en las cesuras del verso, en los intersticios vacíos que se abren entre palabra y palabra... entre los espacios que quedan en blanco entre un primer verso y otro primer verso... (el César Vallejo de Trilce y el Vicente Huidobro de Altazor nos han enseñado mucho sobre esto, aunque todavía no se lo haya comprendido lo suficiente).

El poema es la huella insuficiente de una exploración que ni siquiera ha comenzado el poeta: de ahí que se diga que no escribimos lo que somos, sino que somos lo que escribimos; de ahí también que se diga que un poeta es lo que dice y lo que no dice; lo que no calla y otorga: no callar es el camino que ha elegido para acercase al silencio.

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Sobre el soneto y su afán organizador de lo real no mucho se puede decir. Sólo, como al pasar, el dato histórico nos sugiere recordar que el surgimiento del soneto coincide con la conformación de centralismos monárquicos del poder medieval (que en la modernidad conoció otras denominaciones). ¿Significa ello que el verso libre y la prosificación de la poesía contemporánea son viva expresión de deseos de subversión radicales frente a los insistentes intentos de concentración (económica y política pero también cultural) en las sociedades contemporáneas?

Se puede pensar lo mismo en relación con el canon: palabra sumamente irritante por cierto. Sabemos que todas las generaciones que postularon, a su manera, el revisionismo histórico, cuando pergeñaron una reformulación del canon, entre las únicas cosas que promovieron se cuentan los protocolos de su propia inclusión en el mismo. Una nueva manera de leer, para nada canónica por cierto(4), debería postular que, en lugar de cánones, se auspiciara la lectura de constelaciones. Constelaciones como por ejemplo las que, a su manera, están postulando José Manuel Barrios desde Montevideo o Héctor Hernández Montecinos desde Santiago de Chile.

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El músico norteamericano John Cage hizo que en un mismo momento confluyeran la composición y la ejecución de un ejercicio. Se llamó 4'33'' a esa composición en acto (1952):

...los intérpretes se sientan en silencio ante sus instrumentos durante toda la obra; los sonidos inconexos del ambiente constituyen la música. Al igual que en Theatre Piece (1960), donde músicos, bailarines y mimos actúan al azar según determinadas funciones preseleccionadas, en 4'33'' difuminó las fronteras entre la música, el sonido y los fenómenos no musicales.

Acaso la concepción filosófica de John Cage, la música dodecafónica, los instrumentales sin compases de tiempo fijo y demás formas de la música rupturista se vinculen directamente con la rebelión de los versos desmedidos ¿cuántos tiempos forman un compás musical desde entonces? ¿Cuántas sílabas mide el azar incalculado de la nueva poesía?

Por su parte, Juan L. Ortiz (un poeta argentino del río Paraná mucho menos desdeñado de lo que algunos presuponen), eligió escrutar el tiempo del río. Eligió también escrutar las horas de un día a través de los imperceptibles movimientos del sol en los breves fragmentos de tiempo que conforman un solo atardecer y el contraste de ello con el vertiginoso cambio de las estaciones del año: otoño, primavera, otra vez otoño; eligió también versificar los sutiles cambios de las tonalidades de un cenit o invocar a la revolución política con una democratizadora dedicatoria dominical: la tarde para todos compañeros...

Acaso tareas como las de John Cage o la de Juan L. Ortiz, en una perspectiva que comprenda que leer es fundamentalmente relacionar territorios distantes, deban ser estudiadas mejor y en directa consonancias unas con otras.


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Toda extensión posee una medida; y todo verso posee una métrica. Este no es el problema. El problema es que se pretenda escrutar la medida de un verso en lugar de leer el poema; el problema es que se pretenda leer el poema en lugar de medir (incalculadamente) la distancia que el poema intenta saldar con la poesía que profiere.

La poesía está en cuando se estaba por decir y no se dijo. La poesía está antes y después de el poema: en cuando se ha querido leer y no se ha podido, porque se ha hundido a los ojos en la profundidad de relaciones asociativas que sobrevinieron desde la primera palabra, desde el primer verso.

El poema está conformado de metáforas, de alegorías, de comparaciones, de enálages, de metonimias, de anacolutos, de hipérbaton, de oxímoron, de simbolismos. Posee versos que pueden ser libres, medidos, blancos, encabalgados. Estrofas que tienen versos que tienen metros que son libres o que son fijos, que son octosílabos, eneasílabos o codiciados endecasílabos. Las rimas pueden ser pares, impares, consonánticas y asonánticas. El agrupamiento de esos versos puede dar lugar a las cuartetas, a los tercetos, al soneto, al poema. Pero nunca a la poesía. La poesía: no da lugar.

Si bien podemos notar un presente marcado por un supuesto distanciamiento de la forma poética tal como a la misma se la ha conocido, también es cierto que la historia del poema no coincide con la historia de la poesía. Quienes cuestionan la supuesta prosificación de la nueva poesía se han quedado sin demasiados argumentos críticos para referirse a las paupérrimas y desfachatadas producciones de la profusión poética contemporánea: hoy cualquiera es poeta. Aunque en realidad el fenómeno se torna más complejo: no es que cualquiera escribe poemas (aunque en los hechos así suceda) sino que cualquier palabra puede resultar "poética" si es inoportuna en el caos de significaciones plurales y anárquicas que ha provocado hoy la diseminación y proliferación de los sentidos. Frente a ello, los defensores del poema sólo apelan a la museificación del pasado. Efectivamente la conjunción entre endecasílabos y laberintos nos da el descubrimiento del endecasilaberinto: una nueva figura, cuya potencia en la prolificación de los sentidos es un nuevo desafío que los defensores de la prosificación de la poesía deberemos asumir como reto a superar.

Contra las argumentaciones que impugnan la tendencia de la poesía contemporánea a la prosificación, se nos ocurre que tal vez no seamos más que una idea, y la poesía, la infinita forma de narrarla. También se nos ocurre postular ejemplos de nuevas formas de escribir (y de leer) como los prosemas procurados José Manuel Barrios en su obra. Contra las argumentaciones que impugnan la tendencia de la poesía contemporánea a la devaluación de los valores estéticos imponemos, a la manera de lo prefigurado por Friedrich Nietzsche, que de lo que se trata es de la configuración de nuevos valores (estéticos y, lamentablemente para muchos, también morales). Y en eso estamos.

***

En un comienzo todo era música (piénsese en los ditirambos y en la tragedia griega). Luego devino la épica, que exigió un metro y una rima (que más allá de lo estético se trató de una mera mnemotecnia para el aeda y el rapsoda). Luego se descubrió el poema. Allí tuvo su apogeo el soneto, obra magistral del arte mayor (mayor de ocho sílabas).

Pero un día, cuando todos creíamos que la poesía era la excelencia de la rima consonántica y la métrica reguladamente perfecta, verso a verso, cabalgamiento tras cabalgamiento, se descubrió que no necesariamente el poema debía ser así. Y que no necesariamente debía buscarse su excelencia, ni que por ello pasara precisamente lo perfecto. La poesía no sólo tenía que ver con lo bello. O lo bello no sólo era el fulgor gastado de las mismas estrellas a las que durante siglos debieron acudir los poetas en busca de sus "singulares" imágenes. Lo bello también podía ser la insistente intermitencia de lo negro en lo negro y de la noche en la noche (para continuar con la misma simbología) o, incluso, también se podía prescindir de tales aspiraciones en el hecho estético. También se vislumbró, y he aquí lo que pareció más escandaloso para muchos, que lo escatológico también podía ser portador de una sublime belleza.

Desde ese momento, la poesía salió disparada para todos los lares del verso. Y la lectura, aunque lenta, ha pretendido seguirla (una vez más, insuficiente-mente).

***

Las hay lineales, sucesivas, de izquierda a derecha. Pero las hay viceversa: de centro a izquierda, alternativas y des-lineales. Las hay literales, directas, claras, decididas. Pero las hay herméticas, irreconciliables con el sentido, con el significado, con el significante. Las hay difusas. Las hay cerradas, completas, agotadas. Pero también las hay abiertas, infinitas, interminables, imposibles de terminar. Los márgenes de la lectura cada vez parecen ensancharse aún más.

En la tensión entre lo posible y lo improbable, entre lo no dicho y lo que intenta decir, entre la búsqueda y lo que no existe, encontraremos, frustrado y solitario, algún poema.

Acaso ahora la búsqueda de la poesía prescinde de los poetas. Acaso ahora ya no se trate de escribir, frustradamente, el poema, sino de leer, por fin, la poesía que se yergue entre las cesuras del verso y el entramado de silencios que se abre intersticialmente entre todas las cosas del mundo (incluidas las publicidades).

Tal vez se trate también de subsumir todos lo géneros literarios a la poesía, el género literario que precisamente no es literatura.

Pero no se debe confundir en absoluto la distinción entre poesía y poema con la distinción entre forma y contenido. La poesía tiene la forma de lo informe, de lo líquido y de aquello que, no habiendo sido hallado nunca, se lo vislumbra siempre.

Heredera de la "poesía visual" de Clemente Padín, la obra de José Manuel Barrios desdeña la escritura del poema y, en su lugar, juega con los realineamientos en la página que la pauta gráfica actualiza. En ese sentido, las imágenes del video juego y de la navegación en internet (del "play" y del "click", del "jostick" y del "scroll"), dinamizan los modos del leer en perfecta consonancia con las exigencias de una hiperquinesis de la lectura contemporánea.

***

Sobra decir que reflexiones como las expuestas nos las ha deparado, desde Montevideo y para toda la escritura en lengua castellana, José Manuel Barrios con la entrega de EXPLANANS, una obra definitivamente contemporánea a su tiempo:

Quisiera haber traído alguno de mis vestidos
pero quedaron encerrados
esperándome
Ya estaba un poco harta
de que un padre y un hijo obsesivo
me indicaran como debía desvestirme
Para cuando llegué
las acosadoras del presente
querían hacer de cuenta
que mi cuerpo era informe y mi sexo blandecía
con un parpadear visible de medusa/
que mis sentidos habían sido anulados
Eso es una gran mentira dije yo


Sobra decir también que reflexiones como las que nos sobrevienen ahora, también quieren formar parte de una suerte de anticipo: el de la poesía que vendrá. La poesía que vendrá ya se está escribiendo en insondables y recónditos espacios (virtuales pero también geográficos) desde los que la lengua castellana tiembla ante el estertor creativo que la sacude. Estertor que es agonía pero también nacimiento. Estertor desde cuyo ritmo ya ensaya manifestaciones como estas, construida sobre las ruinas de una poesía anterior, sobre la base de restos como los que José Manuel Barrios dona al tono de una época en la que ningún autor (categoría también crítica) parece ser ya más importante que el movimiento del que forma parte:

Ni civilización ni barbarie: hacer una barbarie con la civilización. Poesía líquida: poesía liquida. Herida de muerte, la escritura es una institución que se corroe oxidada. La escritura de la nación ya no puede ser leída. La nación es sólo un barrio que todas las mañanas se disfraza de país para no dejar sin rating a los canales de noticias. Poesía líquida. Para ser una poesía de academia sabe demasiado de las cosas que pueden ser halladas en las cloacas. ¿Qué espacio han reservado para estos textos? Poesía líquida.

Aunque de agua, de fuego: poesía líquida. Aunque sea desierto, que su lengua no sea la semilla de un desierto: poesía líquida. Poesía que es agua y es ajenjo: poesía que es cuerpo informe. Poesía líquida.

Poesía que conoce la diferencia entre el libro y la escritura: entre la poesía y el poema: poesía líquida. Poesía que es pez, y nada... contra la corriente: poesía líquida.

Poesía que ya es incendio y ya es futuro: poesía liquida. Poesía en la que ya ningún autor es más importante que el movimiento: 'Manuel ya se encuentra en otro lado': poesía líquida.

Poesía que se ríe de la escritura, poesía que baila en una fiesta en la que el lenguaje ya no está invitado... poesía que llora risa y se ríe de la risa llorando...

Los galicismos se ponen al remojo de los neologismos, el spanglish es la media lengua de un aprendiz de los idiomas, el latín se ríe de su temple milenario para nada. Poesía políglota que no es ninguna lengua vieja, que tampoco es lengua nueva, porque hasta lo nuevo ya ha envejecido antes ¿Cómo flamear en el agua? Poesía líquida.

Poesía mezcla. Poesía escrita con batidora. Poesía híbrida que ya no es ni civilización ni barbarie, ni barroco ni barroso, ni estado ni nación, ni uruguaya ni latinoamericana, ni americana ni precolombina, ni híbrida ni poesía. Consumación anticipada de lo que vendrá, poesía incompleta de lo inacabado. Punta flotante de un iceberg que ya ha sido comido por los peces.

Rito de iniciación en la tribu de los nómades que salen de las universidades para perderse en las alturas del altiplano y las llanuras de los versos más infértiles, se sientan a esperar el nacimiento de sus cultivos, van del atlántico hasta el pacífico sin mayor equipaje que los pies. Poesía líquida.

Para ser académicos saben demasiado de las cloacas. Versos aleatorios. El significado se ha mudado de palabra. Poesía líquida.

El lector anda desandando los caminos de sus libros anteriores para poder leer. Anda desandando un camino para poder escribir. El hilito de Teseo está cortado, pero como nadie le avisó, anda arrastrando las puntas de un camino que no pisa, pisotea.

Conocí a José Manuel Barrios en la época en la que se disfrazaba de Pablo Polyester para no asustar a los realistas. Fue en una noche de verano en la que el frío era más hondo que la herida de cualquier hueso. Y la primera noche coincide con la última vez que lo vi. (: sobre el autor)

Rosario, mayo de 2007


NOTAS

(1) El adjetivo es excesivo si se lo compara con pasados ancestrales como el de otras regiones latinoamericanas tales como las que involucran a la cultura andina o mexica. El mismo adjetivo, en cambio, no resulta excesivo si se consideran, por ejemplo, las consecuencias imaginarias de acontecimientos históricos tales como el supuesto desembarco de expediciones vikingas en las costas del territorio que hoy conocemos como el Uruguay, acontecimientos que datarían del siglo XIII de nuestra era.

(2) Esto no quiere decir en absoluto que la escritura contemporánea no posea, como efectivamente sí posee, políticas y retóricas muy definidas. En todo caso lo que se pretende subrayar aquí es la intención de una cierta poética contemporánea (de la que la obra de José Manuel Barrios es un claro exponente) de subvertir la función social que se atribuye a los discursos o, por lo menos, plegarse de una manera diferente a funciones estratégicas menos visibles en el entramado de fuerzas que constituyen la arena de la lucha del poder globalizado.

(3) La poesía como existencia remota y nunca comprobada se nos presenta como una suerte para el poema. El poema existe porque nunca pudimos estar en presencia de la poesía. Acaso la poesía pertenezca a un espacio "divino"; acaso la insistencia poética se corresponda con la herejía de tantas religiones.

(4) Un verdadero canon de la poesía, si pudiera escrutarse, debería constar de la historia de los silencios más canónicos. Aunque más que de canon, en ese caso, deberíamos hablar de constelaciones: distancias que separan uniendo y unen separando; silencios que hacen ruido callando y callan haciendo ruido.

*Juan José Mendoza es escritor y crítico, miembro de la cátedra de Literatura del Siglo XX de la Universidad de Buenos Aires y Director del Programa de Escritura Experimental www.espiralnetico.com.ar

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