lunes, 31 de marzo de 2014

Philip Lamantia: el poeta beatífico, por Homero Aridjis



México ejerció una profunda huella en los poetas de la generación beat. Jack Kerouac, William Burroughs y Allen Ginsberg, entre otros, vieron en nuestro país una mezcla de utopía y de preservación de culturas y costumbres ancestrales. Homero Aridjis rescata al poeta Philip Lamantia, maestro de la generación beat, durante su estancia en el Distrito Federal, y sus problemas con la justicia relacionados con el consumo de la mariguana.

Hacia 1959 conocí en la Ciudad de México al poeta Philip Lamantia, un poeta de San Francisco que desde ese momento para mí representó la Beat Generation, pues había estado presente en la Six Gallery aquel legendario 7 de octubre de 1955 cuando el poeta Allen Ginsberg leyó “Howl” (“Aullido”). Me lo presentó el poeta Juan Martínez, autor de “Prendas de la palabra inaudita”, un poema que el poeta jalisciense solía recitar de memoria en El Gato Rojo, El Acuario, a las meseras de los Sanborns y en el Centro Mexicano de Escritores en el taller de Juan José Arreola.

Años después de habérmelo presentado, Juan sería arrestado por la policía acusado de haber secuestrado a su amante Lily, la esposa de un diplomático austriaco que trabajaba en el DF. La ató en una cama durante dos semanas, una vecina la oyó pedir auxilio a pesar de que tenía una mordaza en la boca, la policía llegó y lo metieron a la cárcel. En la foto publicada en la primera plana del periódico La Prensa, él, alto y apolíneo, aparecía entre dos policías chaparros y rechonchos, diciendo: “¿Detenerme a mí que soy el poeta más grande del mundo?”.

La siguiente vez que vi a Philip fue en Oslo 3, Zona Rosa. Allí vivía con una mujer francesa de nombre Lucille Dejardin que trabajaba en el Palacio de Bellas Artes haciendo vestuarios para obras de teatro —como para la comedia La mandrágora de Nicolás Maquiavelo— y actuando en papeles pequeños. Lucille Dejardin, casada en 1950 con el arquitecto y diseñador industrial Horacio Durán Navarro (1923-2009), con quien procreó un hijo llamado Paul Luis, se separó de él en 1956. Cuando vivía con Philip a Lucille solía vérsele llegar a las fiestas con un traje tejido color azul y un collar de perlas falsas.

Esa tarde en el departamento de Oslo, recuerdo a Philip en el balcón, desde el que se veía la calle de Niza, hablándome de poesía y del movimiento beat de San Francisco. Yo le mostré unos poemas míos de Los ojos desdoblados (1960) y él me dio su libro Ekstasis, publicado en 1959 por The Auerhahn Press: San Francisco. Aún lo escucho leerme las primeras frases de su libro:

Philip Lamantia

These poems follow chronologically in reverse. The exterior interior and personal vision —erotic, magical and devotional— I have hoped to make clear by placing the distance between each in a continuous time sense and-or when the elastic breakthrough occurs as the metaphysical whole.

La dedicatoria decía:

a Homero Aridjis
en las manos de
la poesía.
—Con amistad—
Philip Lamantia

La primera deportación de Philip Nunzio Lamantia por parte de las autoridades mexicanas tuvo lugar el 30 de junio de 1959, cuando el poeta tenía treinta y un años de edad.

Según se lee en el oficio 6484/186 del Departamento Jurídico de Averiguaciones y Consignaciones, ocurrió así:

Los agentes de la Policía Federal de Narcóticos: Fernando Pérez Álvarez, originario de Villahermosa, Tabasco, y Moisés Maslin Leal, originario de Torreón, Coahuila, que “estando en funciones del servicio a ellos encomendadas, al transitar por la Avenida Juárez a la altura del número ocho, como a las doce horas treinta minutos del día de hoy (veintinueve del mes de junio de mil novecientos cincuenta y nueve) vieron a dos individuos de apariencia extranjera que estaban parados fumando y al pasar junto de ellos percibieron el olor peculiar de la mariguana, motivo por el cual procedieron a interrogarlos, momentos que apro vecharon dichos individuos para arrojar en una coladera los cigarrillos que estaban fumando. Que al registrarlos por su actitud sospechosa, le encontraron al que dijo llamarse Philip Lamantia una cajita de metal color roja, en la que se envasan los cigarrillos Virginia, marca Graven, ‘A’, ingleses, en cuyo interior había un papel color azul, tamaño carta que contiene en su interior mariguana ya preparada para fumar; que en vista de lo anterior procedieron a presentar al citado Philip Lamantia y a su acompañante que saben ahora responde al nombre de Manuel Azevedo, presentándolos ante el Jefe de la Policía Federal de Narcóticos de donde dependen los declarantes, para ser turnados a este Jurídico para lo que tenga a bien resolver”.

Firmada el acta por el licenciado Ricardo Villagómez, acto continuo, Philip Lamantia manifestó: Llamarse como queda escrito, ser de treinta y un años de edad, soltero, con instrucción, originario de San Francisco, California, Estados Unidos de Norte América, escritor, y acreditó su estancia legal en el país como TURISTA con la tarjeta # 1947882 que con fecha 4 de marzo del año en curso le fue expedida por la Secretaría de Gobernación por 120 días, quien es instado para que se conduzca con verdad sobre los hechos que se investigan.

DECLARÓ: Que en la primera semana del mes de marzo del año en curso llegó al país alojándose en la casa número 5 de la calle de Oslo en el departamento tres de la Colonia Juárez; que en esta ciudad se ha dedicado a escribir pues el deponente es escritor y poeta, que envía los artículos que escribe a la casa denominada New Directions ubicada en New York; que el día de hoy como a las doce horas aproximadamente se encontraba fuera de la oficina de Wells Fargo ubicada en Avenida Juárez número 8, estando acompañado del señor Manuel Azevedo que es su amigo y compatriota; que hace como cuatro meses que conoce al señor Azevedo habiéndose conocido por medio del amigo del declarante de nombre ROBERT RUTHMAN que tiene su domicilio en la casa número 290, departamento 10, se dice Hamburgo 292 departamento 6; que como ha dicho se encontraban parados afuera de la oficina de Wells Fargo cuando de pronto se les acercaron dos individuos, que les (pidieron) les dijeran su domicilio, luego que de dónde venían, que les invitaron a pasar a sus oficinas con objeto de investigarlos, que una vez en presencia del Jefe de la Policía de Narcóticos le fue encontrada la caja metálica que en este acto tiene a la vista la cual reconoce como de su propiedad, pues la traía consigo por su afecto a fumar la mariguana, que tiene como diez años de fumarla y que en todos los países que ha visitado lo ha hecho. Que la mariguana la conseguía por las calles de Niño Perdido vendiéndola un individuo cuyo nombre no sabe, pero su media filiación es como sigue: 1.65 metros de estatura, moreno obscuro, pelo negro, tipo indígena, complexión regular, como de treinta años de edad, viste chamarra y pantalón. Que la provisión de la mariguana se la hicieron hace como dos semanas y más o menos como a las 21 horas, por el mismo individuo cuya filiación tiene proporcionada, sin poder añadir otros datos dado que esto ocurría en un callejón cercano al cabaret denominado El Siglo Veinte, que se encuentra precisamente en las mencionadas calles de Niño Perdido, que es todo lo que tiene que declarar, y previa lectura de lo asentado, se ratifica y firma al margen para constancia. Demos fe. T. de A. T. de A.

Fechado en México, D.F., a 30 de junio de 1959, la Procuraduría General de la República dirigió el Expediente 5/05276 al C. SECRETARIO DE GOBERNACIÓN.

SERVICIO DE INSPECCIÓN
PRESENTE

Me permito poner en su conocimiento que los que dijeron llamarse PHILIP LAMANTIA y MANUEL AZEVEDO DUARTE, de nacionalidad norteamericana, fueron sorprendidos fumando mariguana por las Autoridades Sanitarias, según actas cuyas copias anexo. Por los efectos legales que correspondan, me permito poner a su disposición en los Separos de esta Procuraduría, a las personas que se mencionan, acompañando al presente el certificado de nacimiento expedido por las autoridades de San Francisco, California, por lo que hace al primero de los nombrados y de Connecticut State Department of Health en lo que toca al segundo así como las formas FM-5 números 1947882 y 1867533, expedidas pro las Autoridades de Migración de San Francisco California, y Reynosa, Tamaulipas.

ATENTAMENTE
SUFRAGIO EFECTIVO NO REELECCIÓN,
EL SUBDIRECTOR

Lic. Ángel Ignacio García Trejo

c.c.p. El C. Jefe de la Pol. Fed., para que se sirva ordenar como corresponda se entregue a los detenidos a los Agentes dependientes del Serv. de Inspección de la Sría. de Gobernación que sean comisionados. Presente.

Departamento Jurídico,
Averiguaciones y Consignaciones
Segunda
6/484/186

Por último, y cuando ya se habían dado por terminadas las declaraciones de los detenidos, el señor PHILIP LAMANTIA a preguntas especiales que se le formularon, manifestó estar dispuesto a ampliar su declaración y al efecto dijo: Que como lo manifestó anteriormente, es adicto a la mariguana, pero mostrando su brazo hizo saber que es adicto a las drogas desde hace más de diez años, que se inyecta morfina y heroína, pero lo que más le gusta es el opio y por esa razón al saber que en el estado de Sinaloa lo podía adquirir, se trasladó a Culiacán, y en dicha capital del estado un chofer del sitio Tecate, Tomás Echeverría, cuya tarjeta entrega, le vendió un kilo de mariguana hace aproximadamente unos cuatro meses en la suma de ciento cincuenta o doscientos pesos; aclaró que no se la vendió el chofer, sino que lo llevó con otras personas para que se la vendieran, pues al ir a Culiacán de paso, pues venía a esta capital de Nogales lo hacía con el interés de comprar opio que es lo que a él le gusta y como no lo logró adquirir, por eso compró la mariguana, y para que se viera que era cierto lo que estaba diciendo, solicitó que se le llevara a su domicilio en las calles de Oslo número cinco, donde hizo entrega a los agentes de la Policía que lo acompañaron, de lo que le había sobrado como residuos de la mariguana que había comprado en Culiacán, una cajita metálica de cinta de máquina con un poco de mariguana molida, nueve cajetillas vacías de cerillos, conteniendo numerosas colillas y un papel blanco en el que están envueltas también varias colillas de la misma hierba; una caja de ampolletas de los Laboratorios Queralt Mir, S. A. Que es todo lo que tiene que decir y previa lectura de lo asentado, se ratifica y firma al margen para constancia, damos fe. T. de A. T. de A.

Portada libro Philip Lamantia

Dos años después me encontré a Philip en su nuevo domicilio, en la Calle de Río Hudson, colonia Cuauhtémoc. No sabía cuándo había vuelto a México, y ninguno de los dos hizo comentario alguno sobre su deportación ni sobre cómo había entrado al país. La noche de mi visita, Philip y Lucille me hablaron con entusiasmo de “L’Avventura”, la película en que Michelangelo Antonioni plasmaba el amor de dos personas solitarias y melancólicas, que de alguna manera reflejaba el caso de Philip y Lucille, dos expatriados, dos outsiders, viviendo en la Ciudad de México.

Esa noche, Philip me mostró el libro que estaba leyendo, Trésor de la Poésie Universelle, compilado por Roger Caillois y Jean-Clarence Lambert (Gallimard, 1958). Le gustaba particularmente el poema que abría la antología en la sección de “Chants Magiques”, y me leyó en voz alta esos: “Sons liturgiques chantés avec accompagnement de boomerangs entrechoqués”:

Dad a da da
Da a da da
Dad a dad da
Da kata kai.

En 1961 Philip y Lucille se casaron en la iglesia de Santa María del pueblito de Ahuacatitlán, Morelos, no en la iglesia del Monasterio Benedictino de Santa María de la Resurrección que había fundado en 1946 Gregorio Lemercier (1912-1987), y donde años antes, con autorización papal, el sacerdote belga había sometido a psicoanálisis a un grupo de monjes benedictinos que aspiraban al sacerdocio, con el resultado de que todos los candidatos desistieron de sus pretensiones manifestando sentimientos de odio hacia las mujeres, perversiones sexuales ocultas, ambiciones de poder y problemas de alcoholismo y drogas. En la boda, a la que asistieron amigos cercanos como Sergio Mondragón, todavía recuerdo a Philip y Lucille yendo del monasterio benedictino hacia la iglesia, y regresando al monasterio, con un paraguas negro para protegerse del sol a través de los campos.

Philip Lamantia, 1999
Philip Lamantia, 1999

Por ese tiempo, una noche que visité a Philip acompañado por mi amigo Horacio Caballero, un escritor estudiante de filosofía que solía proferir monólogos interminables, estando los tres en un cuarto espacioso de su departamento en Río Hudson, recuerdo al poeta de Ekstasis enfrente de mí mirándome con extraña fijeza, mientras Horacio hablaba y hablaba, hasta que Lucille lo llamó desde la habitación contigua y él regresó para decirnos: “Por favor, hablen en voz baja porque Lucille tomó opio y no siente la mitad del cuerpo”.

Por ese tiempo, una noche que visité a Philip acompañado por mi amigo Horacio Caballero, un escritor estudiante de filosofía que solía proferir monólogos interminables, estando los tres en un cuarto espacioso de su departamento en Río Hudson, recuerdo al poeta de Ekstasis enfrente de mí mirándome con extraña fijeza, mientras Horacio hablaba y hablaba, hasta que Lucille lo llamó desde la habitación contigua y él regresó para decirnos: “Por favor, hablen en voz baja porque Lucille tomó opio y no siente la mitad del cuerpo”.

Otra noche en que yendo yo con Juan José Arreola rumbo a su casa para jugar una partida de ajedrez y en la calle de Río Hudson, nos topamos con Philip Lamantia, quien como salido de ninguna parte vino a saludarnos, Arreola lo miró con horror. Y al proseguir nuestro camino, Arreola me dijo agresivamente: “Homero, le voy a pedir una cosa, nunca jamás vuelva a presentarme a gente como ese poeta americano”.

La actitud hostil de Arreola hacia Philip era de esperarse, pues el medio literario mexicano de esa época concentrado en la Ciudad de México era muy conservador, parroquial y antiamericano. Entre sus pocos amigos escritores de entonces se encontraban, además de mí, Carlos Payán, el poeta Sergio Mondragón, director de El Corno Emplumado, y el poeta nicaragüense Ernesto Cardenal, quien vivía en el monasterio de Santa María de la Resurrección, cerca de Cuernavaca.

Poco después tuvo lugar la segunda expulsión de Philip Lamantia del país, el 8 de junio de 1962, por el Puerto Central Aéreo de la Ciudad de México, por parte de la Dirección General de Población.

Un amigo me avisó de su detención, explicándome que Philip (y un acompañante americano al que le en contraron droga encima) habían sido arrestados por la Policía de Narcóticos y que se encontraban ambos de tenidos en la “estación migratoria” o cárcel privada de la Secretaría de Gobernación en la calle de Miguel Schultz 136, colonia San Rafael, donde el 24 de junio de 1956 habían estado presos también Fidel Castro y el Che Guevara.

Mi amigo y yo nos apresuramos a ir a visitar a Philip buscando hacer algo por él, pero al llegar a la cárcel los policías nos informaron que ya había sido deportado. Su expulsión había sido casi inmediata.

Curiosamente, después del asesinato de John F. Kennedy, el 23 de noviembre de 1963, Sylvia Durán, con quien Horacio Durán Navarro se había casado el 5 de noviembre de 1958, como trabajaba en la sección consular de la embajada de Cuba en la Ciudad de México, fue arrestada e interrogada por Fernando Gutiérrez Barrios, de la Dirección Federal de Seguridad, sobre sus contactos con Lee Harvey Oswald, ya que se sospechaba que ella conseguía pasaportes falsos mexicanos para los agentes cubanos. Por su parte la policía mexicana interrogó a Horacio Durán.

The State Department suggested that the Mexican Government delete the results of the Sylvia Durán interrogation from the documents it was turning over to the Warren Commission. The Mexicans went along, but eventually published the document (CIA 559-243); (Duran interview rel. by DOJ-12.3.63).

Durante años no supe nada más de Philip, y no fue hasta 1967 que él me envió por correo Selected Poems 1943-1966, publicado por City Lights, que tuve noticias de él. Su dedicatoria me recordó al Philip poeta que había conocido en 1959 en la calle de Oslo: “To Homero Aridjis, the great Gat-poet of Michoacán”.

En 1982, Lawrence Ferlinghetti, invitado por mí a un Festival Internacional de Poesía, me entregó personalmente una carta suya:

Philip Lamantia
485 Filbert Street
San Francisco, California 94133
Estados Unidos de Norte América
phones: XX
415 -981-1015.

August 13, 1982

Homero, dear Homero

What are my chances of returning legalmente to Mexico? Here it is almost twenty (20) years after I was “booted” out… …

I have enjoyed reading your poems in Spanish and in certain English translations over the years. Lawrence kindly offered to mediate this exchange of notes and I am sending along a copy of newest book. …

Give my regards to Bañuelos who was here in San Francisco one afternoon a year or two ago.

Write and/or phone if you are ever in this area.

Salud!
Buena suerte.
Philip.
Fraternal greetings.


En 1987
En 1987

Meses más tarde, Philip me habló por teléfono para manifestarme otra vez su deseo de volver a México, pero también su temor de la policía mexicana, de ser detenido y deportado de nuevo, ya que, me dijo, seguramente su nombre se encontraba en una lista negra. Le expliqué que cuando yo estaba en la embajada de México en La Haya, Países Bajos, al recibir las listas de personas indeseables que enviaba la Secretaría de Gobernación a las embajadas no había visto su nombre y que seguramente su caso había sido olvidado. Pero como él no confiaba en la policía mexicana, me dijo que prefería no cruzar la frontera.

Pasaron los años y un día Philip me habló por teléfono para preguntarme si había sabido algo de Lucille Dejardin, si estaba viva o muerta, y si aún residía en la Ciudad de México. Le prometí investigar, pero no logré saber nada sobre ella, como si desde la segunda deportación de Philip a Lucille se la hubiera tragado la tierra.

Cuando años después viajé a San Francisco, Philip, quien casi no salía de su domicilio por estar enfermo, cuando se enteró por Nancy Peters, su segunda esposa, y el poeta Lawrence Ferlinghetti, de que yo había visitado City Lights, hizo una cita conmigo para vernos en un café cercano a la librería. Con el mismo amor por la poesía y la misma expresión de sus años en México, aunque poco más ajado, platicamos del pasado y de los amigos de entonces. Para el poeta de “Revelations of a Surreal Youth” y de “Secret Freedom” México todavía era un país paradisiaco, un país de visiones, pero también un infierno, una pesadilla de policías y jueces corruptos, los cuales no sólo le habían cambiado la vida, sino también le habían causado un terrible trauma.

Philip Lamantia, nacido el 23 de octubre de 1927 en San Francisco, de padres sicilianos inmigrantes, murió el 7 de marzo de 2005. Nancy Peters, editora de City Lights, dijo certeramente de él: “Encontró en el mundo de la noche narcótica una especie de contraparte moderna del castillo gótico —una zona de peligro que debe ser simbólicamente o existencialmente cruzada”. Pues Philip Lamantia cruzó la zona de peligro en la noche narcótica de la Ciudad de México a fines de los años cincuenta y comienzos de los sesenta del siglo pasado.

Fuente: http://www.revistadelauniversidad.unam.mx/9011/aridjis/90aridjis.html#a

Poemas de la cárcel de Bob Kaufman (Traducción de Santiago Acosta)


At the Cafe Trieste, North Beach, San Francisco, 1975. Left to right: Allen Ginsberg, Harold Norse, Jack Hirschman, Michael McClure & Bob Kaufman. Photo by Diana Church.

Bob Kaufman (1925-1986) es uno de los mejores y menos recordados poetas de la generación beat norteamericana. La fuerza mítica de escritores como Jack Kerouac, Gregory Corso y LeRoi Jones (Amiri Baraka), la relevancia fundacional de Lawrence Ferlinghetti y, por otra parte, el carisma de Allen Ginsberg, el más prolífico y famoso de los poetas de su generación, frecuentemente cierran el paso del lector hacia otros nombres como Peter Orlovsky, Philip Lamantia, Frank O’Hara, Diane di Prima y el mismo Bob Kaufman. De Kaufman solía decirse que era el mejor poeta estadounidense de los años cincuenta, y hasta llegó a ser conocido en Francia como the American Rimbaud. Originario de Louisiana, a la edad de 13 años huyó de casa. Le tomó veinte años dar nueve veces la vuelta al mundo, hasta que en la década de los cincuenta conoció en Los Ángeles a Jack Kerouac, quien lo integraría definitivamente a la naciente escena beat.

Luego del asesinato de Kennedy Kaufman hizo un voto de silencio en protesta contra la guerra de Vietnam. Ese voto duró diez años, durante los cuales no habló ni escribió una sola palabra. En 1973, cuando la guerra llegaba casi a su final, Kaufman entró en una cafetería y recitó el poema “All Those Ships that Never Sailed”.

Kaufman fue prácticamente un poeta oral, hasta el punto de que sus amigos y su esposa debían obligarlo a escribir, cuando no apuntaban ellos mismos los versos que el poeta declamaba. Esa cualidad improvisacional y performática de sus poemas —tan cercana al jazz— puede percibirse en su prosodia, su ritmo rabioso y sus imágenes muchas veces insólitas. Quizás allí resida gran parte de su atractivo: en la capacidad de conciliar en una sola voz el duende de lo callejero con las dimensiones del simbolismo y el surrealismo.

El siguiente poema, “Jail Poems”, tomado del libro Solitudes Crowded With Loneliness (New Directions, 1965), se inserta en la larga y dolorosa tradición de escritores que han sufrido los males del encarcelamiento, tal como lo hicieron en épocas distintas César Vallejo, Miguel Hernández, Nazim Hikmet y Roque Dalton, entre muchos otros. (Pienso además en los venezolanos Antonio Arráiz, Andrés Eloy Blanco, Alí Lameda, Eduardo Sifontes y Rafael José Muñoz.) A lo largo de 34 fragmentos que van haciéndose cada vez más escuetos, el poema (o poemas, si tomamos literalmente el título) transita desde la solidez de lo enclaustrado hasta una suerte de disipación alarmante, como si el encierro fuera apagando las palabras del poeta para hacerlo entrar de lleno en el espacio de las revelaciones.

Como siempre, la traducción que presento, además de libre y aproximativa, es un work in progress. Espero que lo disfruten.


Poemas de la cárcel
Bob Kaufman

1
Estoy sentado en una celda con vista hacia malignas paralelas
esperando que el trueno me astille en mil pedazos.
No es suficiente estar enjaulado con uno mismo;
quiero sentarme frente a cada prisionero en cada agujero.
Las puertas se deslizan y golpean. Cada portazo señala el fina de algo, ¡bang!
El yonqui desapareció en un ruido rojo; se drogaba para sacarse un infierno.
El oloroso borracho se enorgullece porque ha dejado de fumar,
huellas dactilares sobre negras lápidas llenas de tinta,
ruidos de dolor filtrándose a través de paredes de acero, rompiéndose,
alcanzan mi dolor. Me hago parte de alguien más para siempre.
El acento salvaje de los criminales me resulta más dulce que el balbuceo de los policías,
ocupados en cerrar las escotillas de estas almas; carga
destinada a puertos de acusaciones, muelles de culpa.
¿Qué comen los policías, viejo Sócrates, aún prisionero?

2
Pintor, píntame una cárcel enloquecida, dementes celdas de acuarela.
Poeta, ¿qué edad tiene el sufrimiento? Escríbelo en plomo amarillo.
Dios, hazme un cielo en mi techo de vidrio. Necesito estrellas
para guiarme en esta atmósfera de gritos e infiernos privados,
entradas y salidas, adentro… afuera… arriba… abajo, el balancín municipal.
Yo—aquí—ahora—óiganme—aquí—ahora—siempre aquí de alguna manera.

3
En un universo de celdas, ¿quién no está preso? Los carceleros.
En un mundo de hospitales, ¿quién no está enfermo? Los médicos.
Una sardina dorada está nadando en mi cabeza.
Ah, sabemos algunas cosas, hombre, sobre algunas cosas
como el jazz y las cárceles y Dios.
El sábado es un buen día para ir a la cárcel.

4
Ahora nos dan un nuevo formulario, tembloroso como gelatina,
que demuestra que cualquier muchacho puede ser presidente de Muscatel.
Le odian porque es uno de Ellos.
Desnudez no planeada, salpicada de gris; dedos
pestilentes aferrados a la poceta. El Sr. América se quiere bañar.
¡Mira! En el piso, acostado sobre el rostro de América,
una estrella de cine que ha actuado en un millón de noticieros.
¿Qué estoy haciendo?, ¿siento compasión?
Cuando salga colaborará con mi asesinato.
Probablemente odia estar vivo.

5
Tuercas y tornillos resonando en su estómago, revueltos.
La sociedad se ha hecho pedazos en su barriga, hinchada.
Mira el gran molino americano, inclinándose hacia dentro,
bueno y sólido, como los que embriagaron América.
El éxito escrito en todo su culo rayado por las calles.
Exitoso éxito, cuarenta jonrones en un solo inning.
Deja de sufrir, Jack, no nos puedes engañar. Lo sabemos.
Este es el mejor país del mundo, ¿no lo es?
No lo logró. Borracho en la Celda 3.

6
Han pasado demasiados años en este breve lapso.
Mi alma reclama una caverna propia, como el dios del Jainismo;
mas debo lograr que continúe, ruda como el jazz, relumbrando
en esta oscura selva de plástico, tierra de largas noches, heladas.
Mi ombligo es un botón que aprieto cuando quiero salir de mí.
¿Soy algo más que una masa de entrañas y toscos tejidos?
¿Debo romperme los huesos? ¿Beber mi sangre, diluida en vino?
¿Debería arrancar viejas tristezas de mi pecho?
No otra vez,
esas antiguas bolas de fuego, engullidas con ardor, déjenlas.
Déjenme escupir vapores de introspección, pedazos de mí,
así, cuando me vaya seguiré estando en el aire.

7
Alguien que soy no es nadie.
Algo que he hecho no es nada.
Algún lugar que he visitado no está en ninguna parte.
No soy yo.
¿A qué respuestas
debo buscar preguntas?
Para este montón de calles ajenas
debo encontrar ciudades.
Gracias a Dios por los beatniks.

8
Toda la noche el hedor de cuerpos que se pudren,
el vaho que surge de piras de hombres vivos,
satura mi nariz de repugnancia gaseosa,
ahogando en lágrimas mis expuestos ojos.

9
Vendedor ambulante de Dios, reventándome el tímpano
con la parte más aburrida de un libro bueno y sensual,
impaciente por el lunes y las calculadoras.

10
Perros de ojos amarillos silbando en la noche.

11
El bebé vino hoy a la cárcel.

12
Un día más al infierno, lleno de glándulas que flotan.

13
La cárcel, un cubo de metal enorme y hueco
colgado de la luna por una cadena de plata.
Algún día Johnny Appleseed vendrá a cortarla.

14
Tres largos hilos de luz
trenzados en un rayo.

15
Soy aprensivo en cuanto a mi futuro;
mi pasado me ha dado la espalda.

16
Sombras veo, formándose en la pared,
imágenes de deseos que habían sido protegidos de mis ojos.

17
Después de pasar toda la noche construyendo un sueño,
vino la mañana y me cegó con su luz.
Ahora busco, entre montañas de cáscaras de huevos,
el maldito sueño que nunca quise.

18
Sentado aquí escribiendo cosas en el papel,
en lugar de clavar mi lápiz en el aire.

19
La Batalla de los Fracasos Monumentales, crispada;
ambos bandos anhelan una limpia derrota.

20
Ahora veo la noche, abrumando silenciosamente el día.

21
Atrapado en las imaginarias redes de la conciencia,
lloro por mis actos, mas continúo creyendo.

22
Deberían construir las ciudades en un solo lado de la calle.

23
Las personas que no arrojan sombra
nunca mueren de pecas.

24
El fin siempre llega de último.

25
Nos sentamos en una mesa
devorándonos palabra por palabra
hasta que no quedó nada, esqueletos repulsivos.

26
Estoy sentado escribiendo, sin atreverme a parar,
por miedo a ver lo que está fuera de mi cabeza.

27
Listo, Jesús, ¿ves que no dolió ni un poco?

28
Temo seguir a mi propia carne hasta esas angostas
anchas rígidas blandas camas femeninas, pero lo hago.

29
Eslabón por eslabón, forjamos la cadena.
Luego, al descubrirla alrededor de nuestros cuellos,
nos espantamos.

30
Nunca he visto una poética y salvaje hogaza de pan,
pero si la viera, me la comería con corteza y todo.

31
¿Desde cuántos años atrás vienen los bebés?

32
Universalidad, dualidad, totalidad… uno.

33
El anormal que balbuce en el suelo
alguna vez fue un hombre que gritaba sobre las mesas.

34
Ven, ayúdame a aplanar una gota de lluvia.



Escrito en la Cárcel de la ciudad de San Francisco
Celda 3, 1959.


Fuente: http://detrasdeloserizos.blogspot.com/2010/08/bob-kaufman-poemas-de-la-carcel.html

lunes, 24 de marzo de 2014

Deletreos de armonía: ensayos de poesía española contemporánea

Deletreos de armonía: ensayos de poesía española contemporánea
Por Juana Murillo Rubio
Revista Iberoamericana, nº 52, año XIII (2013)

Título, estructura, disposición y temas se combinan en este volumen, donde nada es baladí, al modo de las piezas de un puzle o al modo de una composición armónica que aúna música y poesía. “Deletreos de armonía”, preciso, evocador y sugerente juego poético, este verso machadiano da título a un volumen que recoge 15 artículos de los que uno, el 11, es inédito: “De la fragilidad y la existencia íntima” y el resto había sido publicado en la sección “Monographica” de la revista Artifara,publicación especializada en literatura hispánica ligada a la Cátedra de Literatura de la Universidad de Turín, que los había recogido en los números 3, 8 y 9, correspondientes a los años 2003, 2008 y 2009 respectivamente.

En la introducción nos aclara este “¡propósito ambicioso!”: “el de valorar los cimientos y algunos(importante especificación ya que son bastante más numerosas las vías de expresión poética de otros poetas relevantes para la historia de la poesía española del siglo xx) de los caminos y de los cantos que nos permiten detectar la armonía que se desprende de la creación poética” (17).

Deletreos de armonía aporta a los estudios literarios hispánicos una novedosa combinación de teoría poética y creación con relación a los autores elegidos (a los que se ordena cronológicamente en cada capítulo) organizada temáticamente en torno a tres ejes, “cimientos”, “caminos” y “cantos”, términos que no son fruto de elección aleatoria, sino que fragmentan los contenidos del volumen: los hitos de la poesía española de los primeros años del siglo xx, la poesía española después de los años treinta y la trascendentalidad de la función de música y poesía. Poéticamente comparten letras y sonidos en variadas combinaciones.

Primera piedra de este engranaje se fijan los cimientos en Andalucía. La profesora Daniela Capra (hispanista versátil que aborda distintos ámbitos de estudio, de Juan del Encina a Alejandro Sawa) fija su atención en la posición del poeta sevillano Antonio Machado ante el tiempo. Asunto primordial en la estudiada poética de Machado, como así recoge la bibliografía, la autora observa en Soledades, galerías y otros poemas la herencia bergsoniana de la relación dialéctica entre la presencia y la ausencia del yo poético. Aunque este es el segundo libro del sevillano (1907) el poeta expresa ya una percepción del tiempo pasado tomando la medida desde el yo, asunto que ejemplifica la autora con el uso de los tiempos verbales. Daniela Capra compara novedosamente el espacio del poema con un “respiradero abierto” donde hay un momento de conjunción de ambas: presencia y ausencia, para después desintegrarse fuera de los cánones de tiempo y espacio.

El libro “cimienta” por consecutiva y justificadísima la figura de Juan Ramón Jiménez, que no deja de aparecer en el resto del volumen, así deja su huella en Ángel González, a quien se dedica el artículo 9 y en la composición de Jordi Virallonga. En este sentido, Francisco Estévez nos sorprende al relacionar los poemas de Arias Tristes y el tratado de teoría poética Il fanciullino de Giovanni Pascoli (Forlí, 1855-Bolonia, 1912), ambos publicados en 1903. Aunque los dos autores no se conocieron, les une, según Estévez, la concepción de la lengua poética como una lengua “materna” que al representar el mundo lo recrea, lo construye. Primero titulado “Conciencia estética de los Arias Tristes de JRJ” en Artifara8 (2008), el texto aquí recogido y traducido al español añade unas breves notas al comienzo que contextualiza la coincidencia temporal de ambos autores.

Polémico, como poco, el artículo de Francisco Silvera que le sigue. De entrada cuatro páginas para denostar la labor hermenéutica de la filología moderna. Aboga por el “artículo interpretativo como género literario” (61). En este que él denomina “microensayo”, se ofrece una “lectura limpia” (matiz imprescindible por parte de su autor al acercarse a un autor tan prolífico, estudiado y editado) para examinar los conceptos de “Belleza” y “Alma” en Juan Ramón hasta la publicación de Laberinto (1913), primera etapa en su obra. Dos conclusiones relevantes: la concepción de que la poesía metafísica de Juan Ramón atribuida a su última etapa ya se puede encontrar en los primeros libros y la no trascendentalidad de la misma.

Sin abandonar al poeta moguereño Teresa Gómez Trueba, reconocida especialista en Juan Ramón, tras recordar a los lectores la inmensa e inacabable reiterada “Obra en marcha” nos recomienda la posibilidad de una novedosa “edición electrónica” de su obra, que permitiría al lector combinar los textos a criterio propio, posibilidad tecnológica que le habría ahorrado numerosas horas de trabajo al de Moguer, aunque podría provocar asociaciones personales que no seguirían el curso real de los hechos poemáticos.

“Amor mi mosse che mi fa parlare” titula Valeria Scorpioni la síntesis que en la composición “Ven siempre, ven” de La destrucción o el amor de Vicente Aleixandre encuentra sobre los motivos que desarrolla posteriormente el poeta; esto es, la solidaridad afectiva del poeta con el universo. Desde el reconocimiento de la abundante bibliografía sobre el sevillano y la difícil originalidad que se puede esperar al respecto, encuentra dicha unión en la primera parte de su obra, hasta la publicación de Historia del corazón en 1954.

Y para finalizar los cimientos, en Luis Cernuda, el último sevillano del grupo, María Rosso Gallo encuentra una doble motivación en cuanto a la contemplación del paisaje por el poeta en el exilio, quien busca huir de la realidad y adentrarse en la “mirada interior”. La autora elige La realidad y el deseo para indagar en este aspecto de la construcción poemática de Cernuda, y vertebra su posición en cuatro aspectos de la relación del poeta con el paisaje: proyección alegórica del paisaje como metáfora de la creación poética-paisaje sonoro-visionario y locus amoenus-paisaje analógico (identificación poeta-paisaje) y paisaje de la memoria, aunque podríamos encontrarlo en un libro también del exilio como Ocnos.

Abandonamos el primer andamiaje para escalar hacia los caminos que nos propone este volumen. La ascensión deja a un lado la fructífera Andalucía para pasar primero por Madrid, donde Jesús Barrajón rescata a José Hierro de la concepción de poeta social de los años cincuenta, diferenciándolo de estos un culturalismo singular que da título a este artículo: los “referentes culturales” en la poesía del madrileño no son la base del tema que trata sino acompañamiento del poeta. Atribuye Jesús Barrajón (quien ya anteriormente había dedicado un extenso volumen al poeta) estas referencias al pudor, la huida de lo sentimental y la búsqueda de una mayor sugerencia por lo alucinatorio, al modo de un acto de humildad en que las referencias iluminan la propia obra.

Guillermo Carrascón asciende la piel de toro para llegar a San Sebastián, donde la obra del poeta Joaquín Gurruchaga (San Sebastián, 1910-2000) vuelve a incidir en la relevancia del permanente ejercicio de construcción léxica. Es rescatada la obra, no muy difundida, de este poeta del que se traza una breve biografía (infancia, formación personal y compañía literaria en el escenario vasco junto a Gabriel Celaya y después la llegada a la Residencia de Estudiantes de Madrid) así como un breve resumen de su fortuna editorial. Destaca Guillermo Carrascón en su obra la presencia del silencio y una cierta actitud contemplativa en las composiciones de su última etapa.

Continúa el camino en el norte español. Ángel González (Oviedo, 1925-Madrid, 2008) trae de nuevo a estas páginas la presencia del poeta de Moguer. González lee, absorbe, piensa y reescribe influido por Juan Ramón Jiménez, pero en el ejercicio retórico de búsqueda lingüística en el que coinciden el ovetense “abarca y supera la de Juan Ramón” (185). Selena Simonatti, autora del artículo, apunta la escisión que González marca al sentir la imposibilidad de pronunciar “el nombre exacto de las cosas”. Este, que admira más a Juan Ramón Jiménez en sus primeros libros, venera en Segunda Antología Poética e introduce una reflexión crítica sobre su última etapa, elige la dispersión eterna para resolver el conflicto de la coincidencia en la alteridad (descomposición de la identidad en Juan Ramón).

En esta línea temática Mª Elena Arenas Cruz encuentra en la obra de Víctor Botas (Oviedo, 1945-1994) una reflexión sobre el papel del lenguaje poético como instrumento insuficiente para nombrar el mundo. Autor perteneciente a los Novísimos, elige una poesía prosaica y cercana al lenguaje coloquial. Destaca la autora cómo, a pesar de los temas elegidos en sus composiciones (la cultura grecolatina, la historia política, la mitología, la historia de la literatura), el poeta combina emoción personal y sátira e utiliza la cultura como un mecanismo imaginario que produce una confusión temporal que convierte en contemporáneos los mitos y personajes del pasado.

Finaliza este apartado con una breve incursión de Jordi Virallonga, quien titula “De la fragilidad y la inexistencia más íntima” esta aportación a solicitud de Aldo Ruffinatto en la que rememora el recuerdo de una estancia italiana con Cesare Acutis como protagonista en el poema “pretérito perfecto”.

Encaminada la poesía española del siglo xx y a salvo en manos de creadores como Jordi Virallonga, el libro se dirige hacia el momento final de la mano de cuatro apartados que realmente suponen la base teórica que alumbra la percibida asociación entre poesía y música. Juan Carlos Mestre aporta una interesante disquisición teórica. Músico y poeta el autor, le acompañan las musas y la reflexión poética en este vaivén conceptual que no deja indiferente. Aparece como una fresca sacudida que presenta la esencia de música y poesía como “palabras contra todas las formas de lo ominoso” (251). Compositores y cantantes españoles desfilan en estas apenas nueve páginas que seguidamente vuelve a retomar Rafael Morales Barba, quien repasa la canción española de los años sesenta a ochenta de este siglo en su relación con la reivindicación social y política del momento, para terminar con una alabanza a la trayectoria del cantante Amancio Prada.

Música y poesía, ¿cómo deslindarlos de Federico García Lorca? Al final de este libro volvemos al espacio geográfico de sus primeras páginas, Andalucía. Dejaban para el final los compiladores un último momento gustoso que incluye el ejercicio combinatorio entre música y textos lorquianos que componen la “Missa Lorca”. Corrado Margutti compone esta pieza influido por la religiosidad “primitiva” de Lorca y su acercamiento al canto polifónico de Monteverdi, que se presenta en formato audio junto al volumen. Y Lorca vuelve en palabras de Iole Scamuzzi. La autora encuentra relación entre la filosofía de Theodor W. Adorno (Fráncfort, 1903-Viège, 1969) y el cante jondo de la obra lorquiana. Sustrae de la obra poética la concepción de Adorno de considerar la lírica la única vía de acercamiento a la pena, hermana de la soledad y la muerte (a diferencia de la prosa, quien no sobrevive al duro destino de la narración a partir de la segunda mitad del siglo xx, según Adorno), a lo que añade el “duende” español. En la obra del granadino encuentra una adecuación a los siglos xx y xxi que no se da en otros contemporáneos relevantes de la poesía española.

http://calambureditorial.blogspot.com.es/2014/02/resena-deletreos-de-armonia-en-revista.html

Ocho poemas de Norman Mendoza Roca


cuerpo de amar

ella había una vez y se iba,
había y cerraba la puerta,
había las canciones,
había una fiesta con sus ropas,
se había ella misma
y me había contra ella
tatuado en el muro.

ella había una vez,
me había al oído una historia
que se había de mí
y luego se había con sus ropas,
se había sonriendo y se iba.

ella había una vez,
había todos los días una vez.




sombra
                                                                                       

lo que no se hizo vive a tu costado
arañando débil el polvo en el aire.
la canción que no escribiste se escucha sola
muda y lozana al filo de la baranda
de ese viejo puente por donde aún cruzas
sin canción en los bolsillos
sin silbido
porque esa canción se llevó tu mejor tonada,
lo que no hiciste, esa caricia,
rozó la faz de la angustia hasta hacerla sonreír
y se fue adquiriendo soledad de obelisco,
lo que no hiciste se queda en pensamiento cenizo
amarrado a los aleros.

esa puerta que no abriste se abrió sola
cuando ya te habías ido
descontando los peldaños rápidamente
y entró otro, otro, ese que no fuiste,
ese otro que amó el cuerpo que te ansiaba,
y ese otro le cantó al oído la canción que no escribiste.
lo que no hiciste vivió por su cuenta.
y no es asunto de destino trágico
o suerte de marinero intermitente
se trata más bien de dibujar sin trazo firme.
lo que no haces siempre vive a tu lado
pero no te darás cuenta de esa existencia
sino en el último segundo
cuando en ese umbral te veas
al fin completo pero ya sin tiempo,
tú abrazado a todo lo que nunca has sido.

lo que no haces no expira no fallece
adquiere una vida sin altivez
como de línea lila en el sueño
o rocío durmiente de parque en agosto.
lo que no amaste se entregó sin contemplar ocasos
la tarde le fue amplia y tuvo frutos
lo que no hiciste fue el mejor bosquejo del edén:
un hijo con voz,
un daguerrotipo del desnudo misterio
al borde de la sonrisa
eso fue sin lugar a dudas
porque lo que no hiciste también tuvo
                                     camino y sombra.



la niña del puente

todavía no se ha lanzado el día de hoy
está recogiéndose el cabello hacia atrás
como despejando una duda repentina /
no sé qué piensa o sueña  o sólo va
porque esta mañana
es la misma bendita mañana de toda la vida:

una diaria función del amor y el dolor abrazándose

ella sube los peldaños sujetando su cartera
como si la luz se la fuera a arrebatar antes del acto central

todavía no se ha lanzado el día de hoy
está igualita que ayer el mismo traje talle
                               brumosa
y lleva consigo los tres únicos poemas
que escribió en el tiempo único que le brindó la vida /
ella anda
avanza por el puente sin dejar más huella que frío
con su mueca de fantasma que intenta sonreír
con esa inocencia del que todavía no extraña

a mitad del puente la ciudad es otra
la vida sigue siendo la misma /
ella toma esperanza prestada de los zaguanes y baúles
ella recuerda algunos versos
todo viaje es movimiento viaje es volar
cada vez que amas eres lo que amé
pero creer en lo que se escribe ya no es suficiente
todo lo que se anhela será deleznable
y sólo se empieza a creer en lo perenne
                                          cuando ya no hay salida

todavía no se ha lanzado el día de hoy
desde la baranda ella observa
la ciudad es de quien la mira dicen
y de algo hay que empinarse
para mirar qué tan solo se puede vivir

la vida es de tan pocos

todavía no se ha lanzado el día de hoy
porque se puede dudar dos veces
porque se puede morir en el infinito mismo.




piel


la piel es lo único cierto:
océano viento fulgor, artimañas.

la piel se repite se expande
mejor que lo fatuo y lo falso
mejor que el concreto y el agua,
no se agota en la brega
sin embargo dura un periodo reducido
una cortedad que envidian las heridas.

la piel es la única verdad porque muere
pero en su intensidad edifico la historia
el camino que trazan mis dedos
y ya no se está solo.
tu piel derriba nostalgia endechas
arrastra consigo trochas matorrales
le hace un lugar de verdad a los ojos
aman los brazos las costillas el costado,
ya no habita soledad.

tu piel existe lo que dura el amor
y cuando la piel
le sobrepasa en esencia al amor,
calladita, sin molestar a nadie, se duerme
                                hasta su próxima vida.




carta urgente

son piedras ninguna lectura acepta la metafísica de esta nostalgia
que tan sólo se aferra al viaje extenso de las algas,
al milagro que pienso y que por ende se vuelven estas piedras,
la historia enredada como un remolino,
una vastedad de ausencia, una ausencia por todos los frentes.

hoy viernes amé un cuerpo rápido,
una esa piel anónima, una mujer ciega y muda.
te extraño lo insólito por eso te escribo desmoronándome.
te confieso tengo miedo, el miedo va adherido a mí
igual que un tatuaje o beso tuyo posible en lo imposible.
hoy traje un cuerpo a mi casa, lo amé,
me saqué toda la piel seca de encima
pero nada brilló más allá del oscuro del distante:
el amor se volvió piedra porque no eras.

hasta cuándo iré buscando cuerpos para matarme en silencio
hasta que me oigas.
todos los días en silencio para que me oigas
traigo cuerpos blancos a mi casa
y aunque sé que no son tú derramo en ellos
todo el vino de esta angustia.
te llamaré hasta matarme
te amaré hasta olvidar la muerte
me mataré hasta olvidar que no me amas,
olvidaré,               pero el mar trae piedras
un brazo larguísimo es la esperanza
y yo espero de este lado del abismo.

soy antonio, el suicida  / el que te escribe la carta urgente
entre los silencios más inhóspitos              
                                                      como el dolor y la espera.




poema


el amor es lo peor que le puede pasar a la poesía
y por mi calle aún pasan o pasan todas las tardes
la rosa el sol el río calladito,  descalzos,
por eso escribo desde el zócalo, nulo,
una minúscula grieta,
                             una boca.

eso pasa y pasa todo el día
no existen atajos ni transatlánticos,
el amor es lo peor que le puede pasar a la soledad,
del céfiro guarezco los brazos,
frente al espejo soy otro más áureo menos agrio.

yo mismo soy esta boca
y no sé cuándo miento
o si cuando miento es de verdad
y ando pregonando la vida
como quien toca un cuerpo
castizo primigenio nunca rodado.

esta mano es lo peor que le puede pasar a mi voz.
no hay salvedad,
una vez más te tocaré con palabras solamente,
la voz se llevará la poesía,
la verdad se llevará el amor.



cárcel


“en tu gesto mas frágil hay cosas que me encierran / o que no puedo tocar porque están demasiado cerca”
 E. E. Cummings


anocheció
su mano olvidó los dibujos
los dibujos destejieron su labio
y yo me perdí en trazos infantes
en el instante en que ella
rompió su lápiz




me dejo tu niñez escondiéndome la luz cuando me duermo

me dejo tu niñez escondiéndome la luz cuando me duermo
atada igual un ala en las manos.
me dejo esa tu niñez escondiéndome los lápices
haciendo que dios descuide el tiempo
y pase mis brazos hasta el ahora en que nos retrato.

hay una niñez en que recuestas mi corazón de viejo
hay una oscuridad que ignoras y avientas semillas pasando
mañana será pradera el miedo
mañana mi corazón jugará tus besos rodando por la noche.

un día este amor nacerá de la muerte
vendrá de la vejez hasta el azul
saldrá de la oscuridad por verte
e inventará la luz de nuevo                
                                                   sino la encuentra.



Norman Mendoza Roca. (Lima, 1977) Egresado de Literatura por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Premiado en la Bienal de Poesía Estación Compartida, 2002. Premiado en Juegos Florales y Deportivos Facultad Educación,1998. Tercer lugar en Premio Poesía Erótica Peuana Carlos Oquendo de Amat 2003. Finalista en Concurso de Poesía Dedo Crítico 2004. Así como finalista en Premio Copé de Poesía años 2003 y 2005. Mención Honrosa Premio Copé de Poesía 2007, entre otras. Tiene publicados poemas en Dedo Crítico, Taller de Poesía, Lhymen, Bocanada, entre otras revistas del medio. Ha sido publicado en las Antologías de ganadores y finalistas del Premio Copé años 2003, 2005, 2007. Junto con el grupo poético Artesanos publicó en el 2003 el libro En la Orilla del Ocio. Actualmente se encuentra abocado a labores alejadas deL ámbito literario y educativo.

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