domingo, 12 de marzo de 2017

Augusto Lunel, por Lasse Söderberg

Siempre estaba hambriento, me decía. Era palpable la doble connotación del hambre en aquel cuerpo enjuto de mirada ardiente. Un peruano en destierro, como lo fue Vallejo antes de él. Un indio despojado de su cordillera, un poeta errante. ¿Cómo podía sobrevivir en París? Era uno de los enigmas que lo rodeaban. ¿Alimentándose sólo de metáforas?

La respuesta a ese enigma era: las mujeres. En los cafés de Montparnasse se rumoreaba, no sin envidia, que Augusto Lunel convivía con dos mujeres que lo sostenían. No se trataba de ninguna aventura frívola sino de un triángulo amoroso que, según se supo más tarde, duró hasta el final de su vida. Recuerdo que una de ellas se llamaba como la esposa del compositor Robert Schumann, Clara Wieck. La otra, menos románticamente, tenía nombre de midinette, Odette o Yvonne.

Estábamos al comienzo de los años sesenta. Un tema de conversación recurrente entre Lunel y yo era Vallejo. Me contó que había buscado a Georgette, la viuda, y se había decepcionado al percibir que parecía interesarse por la obra de su esposo básicamente como fuente de ingresos. El, por su parte, desdeñaba el dinero. Mario Vargas Llosa se ha referido en diferentes ocasiones al manifiesto que Lunel lanzó en aquellos años cuya frase inicial indicaba ya lo grandioso del programa: «Abajo todas las leyes empezando por la Ley de gravedad». Yo nunca vi ese manifiesto que el mismo Vargas Llosa sitúa en cierta tradición latinoamericana: la del rechazo de la realidad en nombre de lo imaginado. En otro momento también cuenta que Lunel terminó como guardaespaldas del presidente de la República, a la sazón el general Charles de Gaulle. Aquello suena inverosímil, pero a la vez revelador, por lo menos como ejemplo vivo del realismo mágico. Es fácil imaginarlos: el talludo general con los brazos en alto, su enigmático Je vous ai compris, exclamado ante los coroneles subordinados de Argel, y este indiecito detrás, equipado según las reglas, con walkie-talkie y todo. Tengo que confesar que me gusta la imagen pero seguramente es falsa.

Los cafés de Montparnasse eran entonces frecuentados por muchos latinoamericanos, principalmente artistas plásticos: el argentino Seguí, el venezolano Vigas, el cubano Cárdenas y otros. Así como algunos, Lunel entre ellos, dedicados a la literatura, desde Julio Cortázar hasta un personaje peculiar de nombre Fedor Gans, antiguo combatiente de la guerra española exilado luego en Brasil. Estaba en ciernes lo que más adelante se denominó el boom, que en buena parte tuvo sus inicios en París, e involucró a los poetas sólo indirectamente, y menos aún a Lunel, por una sola razón: apenas publicaba.

Antes de llegar a París había vivido un tiempo en México, donde solía reunirse con Octavio Paz, Ramón Xirau y otros amigos en un café llamado Kikos. Durante su estancia en México publicó en la editorial Los presentes su único poemario, Los puentes (1955), con ilustraciones de Leonora Carrington. Veintiocho piezas por lo general cortas, situadas en la tradición surrealista, con imágenes que oscilan entre fantasías de muerte y connotaciones eróticas. De un lado: «Acostumbraba a morirme/ atravesado el corazón por un pez vivo, me devoraron insectos caídos de las estrellas». Y del otro: «Mi amada es la ciudad/ donde por todas las calles se llega a la luna,/ hermosos tigres se asoman a las ventanas». En el mismo poema parece predecir su posterior relación doble: «Mi amada es un día de dos soles» (Nota de edición: Los puentes como se sabe no fue el único poemario de Lunel: Espejos paralelos. Chosica: Ediciones Universidad Nacional de Educación, Serie La Flor de la Cantuta, 1971.).

El crítico francés Maurice Nadeau, reputado por su olfato literario, le publicó un poema en su revista Les Lettres Nouvelles. Pero no llegó a más, que yo sepa. El nombre de Augusto Lunel cayó en el olvido. Decenios más tarde fue incluido en una antología llamada 10 aves raras de la poesía peruana. Por cierto, el nombre Lunel era una invención; de hecho se apellidaba Gutiérrez (Nota de edición: al parecer su nombre real era Augusto Sánchez del Ottre o ¿también se trataba de otro seudónimo?). Sin duda con este seudónimo quería mostrar que se sentía poeta nocturno, uno de los lunáticos, pese a ser descendiente del pueblo que se consideraba hijo del sol. La patria quedó atrás, dentro tenía otra, innombrable pero con mayúscula: «A mi País se llega dejando todos los caminos».

Un día me confío algunos poemas meticulosamente mecanografiados con tinta azul, en papel de correo aéreo, que supongo permanecieron inéditos. Uno de ellos está dedicado a Leonora. ¿La ilustradora de su libro?


A LEONORA

El castillo donde se unen el cielo y la tierra
abrió sus puertas.
A nado salvo el foso
que las estrellas llenaron durante la noche.
El castillo cambia a cada instante;
y al atardecer se llena de alondras
que hacen durar el día toda la noche.
La luz derrumba el muro;
soy dueño de la torre interminable.
Sé volar a la manera de ese árbol
cuyas hojas devoraron el paisaje
de esa blancura que devora la piel de las mujeres.
Leonora ha creado el mundo;
trae detrás el universo como si fuese sus alas.
El sol está en su casa.
El firmamento corre por las habitaciones como la sangre;
las distancias se desbordan y se meten por las ventanas.
El día suelta un ruiseñor por la claraboya
y se convierte en aquella vaca albísima que alumbra a un aposento
y en ese pájaro cuya sombra
es otro pájaro volando en sentido contrario.
Las velocidades del azul llegan a la blancura.
La lentitud del silencio se convierte en una roca
y es tal la quietud de la flor que da alcance a la flecha.
La nieve arde en ambos polos;
hay un ángel dentro de un huevo;
hay ciertas estaciones cuya fruta primera es el corazón;
hay una mujer volviéndose una lámpara
luminosa al tacto
como una planeta que acaricio en mis rodillas.
La negra música no está del todo perdida;
siempre se puede encender una cabeza;
saltar a las abejas, que traen el día en sus alas;
montar el caballo blanco, cuyo relinche eleva las cordilleras;
o simplemente abrir la caja de caudales de la música.
En el centro del sol
maduran las granadas con que haremos la guerra
y en el centro del planeta
el inmenso diamante que Leonora fabrica.


Fuente: Cuadernos Hispanoamericanos (Madrid) No. 718, Abr. 2010, p. 107-110.


Lasse Söderberg nació en Estocolmo en 1931. Poeta surrealista, editor y traductor de diversas lenguas, ha vivido en Malmö donde ha sido el organizador y director artístico de los Días Internacionales de Poesía. Ha publicado más de veinte libros de poesía, así como otra buena cantidad de traducciones y relatos. Sus más recientes libros de poemas son Stenarna i Jerusalem, 2002 y Breven från Artur, 2007. Recientemente tradujo al sueco una antología de Gonzalo Rojas; tradujo antes a Federico García Lorca, Jorge Luis Borges y Octavio Paz, entre otros. Entre los premios que ha recibido, se encuentran el Bellmanpriset, 1996. Editor de la revista Tärningskast (Golpe de Dados). (Tomado de Festival de poesía de Medellín: http://www.festivaldepoesiademedellin.org/es/Revista/ultimas_ediciones/65_66/soderberg.html)

sábado, 11 de marzo de 2017

Un asalto a la ANEA: Surrealismo limeño de los 50, por Mirko Lauer

La bibliografía de la literatura peruana recoge muy pocas anécdotas y es parca en el sabroso tipo de materiales con los que se teje, en otras menos adustas, esa pequeña historia tan útil para aprehender algo de lo que fue la vida literaria de otros tiempos y los climas en los que transcurrió. Aparte de Luis Alberto Sánchez hay poquísimas excepciones a este temperamento que rehúye lo que puede parecer banal, quizá para asegurarse mediante esa exclusión una apariencia más rigurosa y académica.

Así, el surrealismo asumido por algunos jóvenes de la Lima de los primeros años 50 ha sido desdeñado por nuestros estudiosos: no hay textos suficientes que justifiquen la dedicación de su tiempo a escudriñar sucesos sin trascendencia. Hueso húmero ha querido rescatar un documento referido a uno de esos sucesos, escrito por un muchacho que sobrepasaba apenas los veinte años, líder y animador de un movimiento que valoraba más el impacto de ciertos actos que los productos del arte o de la poesía en un medio cultural más bien sin filo ni sorpresas como el limeño de entonces.

Los surrealistas de esos años existen casi únicamente en la anécdota, en el escándalo y su carcajada. El movimiento de los 50 es mucho menos literario (textual) que el de los años 20 - 30, y parece resolverse en un activismo que en buena medida niega la idea de arte y de literatura, pese a que Rodolfo Milla, quien lo lideró, practicaba la plástica y la poesía. No es casual que los dos actos más sonados protagonizados por Milla hayan sido contra obras literarias: el asalto a la ANEA y la asonada en el estreno de La anunciación a María, de Paul Claudel, en el Teatro Municipal de Lima.

En la revista Idea, donde el grupo surrealista ocupó durante un tiempo una página autónoma a la que denominó ʺLa pistola de señalesʺ, Milla publicó poco después del asalto a la Asociación Nacional de Escritores y Artistas (ANEA) un texto con precisiones al respecto1. El hecho produjo un revuelo en los medios culturales y aunque la prensa lo recogió como noticia policial, el Dr. Manuel Beltroy, catedrático de San Marcos que entonces presidía la ANEA, hizo pública una carta sobre el acontecimiento y hasta convocó al periodismo para abundar sobre el tema.

© Institut français d’études andines, 1992

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jueves, 9 de marzo de 2017

POEMAS DEL SURREALISTA PERUANO FERNANDO QUÍSPEZ ASÍN


Fernando Quíspez Asín Roca (Lima 1927-1962) solo tiene publicada una recopilación editada póstumamente con el título de Paisajes para una emperatriz (Lima: Industrial Gráfica,1963), en el pórtico se puede leer: «Nació en Lima, el 14 de marzo de 1927. Murió el 4 de agosto de 1962. Fueron sus padres Jesús Quíspez Asín y Agustina T. Roca. Cursó estudios superiores en la Facultad de Letras y Derecho de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Periodista de vocación, colaboró en diferentes periódicos y revistas de la capital. Espíritu sutil, conversador brillante, poeta surrealista y de estirpe de artistas. Fue sobrino de César Moro, célebre poeta surrealista y de Carlos Quíspez Asín, pintor de renombre». A su muerte Manuel Scorza escribió el poema «Réquiem para un gentilhombre: elogio y despedida a Fernando Quíspez Asín». Américo Ferrari dice respecto al grupo surrealista peruano de los años 50: "En Lima, allá por 1949-1950, llegamos a constituir un grupito en el que estaban Luciano Herrera, que después murió, y un, creo, sobrino de César Moro: Fernando Quíspez Asín, alcohólico hasta los huesos, que también murió. Milla se palabreó a Suárez Miraval, que dirigía Idea para que le regalara una página en esa revista, de la que hicimos (o mejor dicho de la que Milla hizo) un órgano surrealista. Yo colaboré con un par de poemas, 'surrealistas' naturalmente. Esta era una 'actividad', la otra, para hacerlo todo como los surrealistas de 1925, la 'acción', es decir la organización de escándalos para 'épater le bourgeois', en la que encaja el asalto a la ANEA (...) Yo no participé, como tampoco quise participar en otro que organizó primero y que, si mal no recuerdo, fracasó: tirar ratas vivas, barnizadas con un producto fosforescente, desde la cazuela del Teatro Municipal sobre los espectadores de la platea en el estreno de una pieza de Paul Claudelʺ (Tomado de "Un asalto a la ANEA: Surrealismo limeño de los 50", por Mirko Lauer).



PAISAJES PARA UNA EMPERATRIZ

Explotan granadas púrpuras sobre el astillero escarlata
la marea agita espadas sobre las sábanas
un avestruz con tules cruza vertiginosamente y
                desaparece por una arista
por otra aparece una colonia infame sobre una
                diligencia
hay un fondo de sudor en cada copa

desde una terraza forestal luces del corazón agitan
                hojas de carne
y cautivos sollozan alrededor de un semicírculo de
                rubíes
que iluminan rostros de horizontes
un brazo oscuro precipita injurias
un viento amarillo sopla
las caricias estallan centelleantes
cabeza en fuga
mueca luminosa
invasión de helechos
linde imantada desenfreno de coral en la voz




EL ÚLTIMO ALBATROS

Enriquece el aislamiento
La palabra hora
El verano geranio
O un hacha con un gatillo apasionante

Y ahora veamos rodeado
De telarañas de alcohol
De velas de cromo
Y de relojes forestales
Al desmembrado domador de su efigie
Que en la inmóvil violencia de una esquina perdida
Cual la medianoche de un antiguo futuro
Se va paso quedo blandamente en cada puesta de alma

Turno conmovedor viajero siniestro
Ventana abierta a un precipicio prendido de un arpón
Un austero dominio desde el que se domina
Un poderoso formidable imperial legendario
             inmutable albatros

Que se despierta en un altivo paisaje de obsidiana
Donde sobre un fastuoso macadam de diorita
Se yerguen fabulosas figuras de oricalco

Armonía esencial frente a un farallón lúgubre
Y a una aduana de platino de donde salen
Hileras de merodeadores de pómulos comunes
Que se disputan una ruleta renegrida
Mientras un niño teje una malla semejando magia

Como un lánguido azar el ave despliega su vuelo
Hacia una cercana isla de azufre escarlata
Sobrevolando un escudo de oro sobre un columpio
               de espumas
Y una paloma sirena con un racimo púrpura
Que deja escuchar un clamor de máscaras
Un lamento bermejo como un panal de pupilas
Como el exilio impasible de un manantial voraz

A su amor olas encendidas de sal
Trasmiten a las cumbres
La glacial confección de las llamas
En un vertiginoso susurro.




LA SOGA Y ALREDEDORES

Ingrato sugieres perros que roen huesos de palomas
sobre kimonos de terciopelo negro
extraño parecido el péndulo y la hormiga

hay que amputar los reflejos de la cortina
o en su defecto observar por el perfil de la cerradura
una mujer hecha de una cortina y un hombre frente
              a ella recrudeciendo al calor

ya viene el amor ya viene
pero hay que secarse antes del baño

un juego de dados contra el infinito
el cubilete un recipiente de basura adorada
la hondura de la vida se mide elevando los ojos
a la sombra de una ola
mientras la mano que recorre a ciegas grita al amor
y la fuerza secular de la memoria
recuerda la tibia túnica
tus dádivas salvajes sobre un desolado corazón
balanza para pesar eclipses

la cuestión del día que uno toma como un 
              acontecimiento
estribaciones del sexo dilema del símbolo
el parto del molino no denotan mayor cambio
cubre amorosamente sus desgarradas garras
la carroña tras la quemadura de la miel
los planos interiores circundados de púas
y el escorpión que roe tu silueta
la mirada del sueño
pone una O en los relojes
lámpara llave hoja ardiente sobre una pradera de
               cristal
y un arco iris acoge la llegada
como eterno calendario que pende  de los labios




TERRITORIO DE DULZURA

Tu cuerpo territorio de dulzura
donde por estrechos corredores del alma
se atraviesan países de escaleras y bujías

una córnea glacial sobre una franja candente
un yelmo derruido y fauces de ónix sobre un yermo
allí son un enigma batiente

tu cuerpo pabellón obsceno como una ánfora en una
                        explanada
como las crines envolventes de la carcajada del sexo
como tú
criatura insólita fabulosa lejana
tormenta de benzedrina para mis pulsaciones de
             cuarzo
me haces palpar la inmensidad en el eco calcinado
             de tu voz y tu nombre
protagonista erguido en las fronteras de la médula
que guarda los cimientos de polvo palabra y obras
            desconocidas
cuando yo te miro
angustiosamente ilimitado
son tus ojos asombrados espejos

pienso que eres una estatua de arena
tal vez un experimento lunar
un retrato invadido de madréporas rodeado de
                        ocelotes
que enlaza la lejanía

pienso que soy un amable decorador de agonías
o el espejo ardiente de una lágrima tuya
en el resplandeciente desierto de la angustia




GALERÍAS

Galerías de humo finamente tejido
Abren el infinito
Oscuros huesos sobre un barco congelado
Flotante buhardilla de rígidos espectros
Y en cualquier parte
En la recámara para sonidos muertos
Un estruendo de cera
Adormece al desvelado actor
Espejo vibrante
Vibrante espejo girador
Hélice punzante
Seno profundo
Aleta luminosa
Tú satélite desprendido
Clave subrepticia
Mueca vibrante
Señal
Mas bien
Ruido extraviado
Liendre autómata
Lumbre triturada
Confín de la mueca
Germen del confín
Espuma temblorosa
Impregnada del eco de un ardiente dardo
Parasol de escamas
Para un eclipse compacto
A su vez surtidor de eclipses
Tú triste voz circumpolar
Tú jinete en la corteza
Prisionero de su índole
En el apogeo de la existencia
Vas a internarte en las vertientes de la noche
Mas
Candelabros en forma de dagas
Se obstinan en rasgar la envolvente figura
Y a lo lejos
Refulge complaciente
Un cadáver




SESIÓN DE VARIEDADES

Se puede hablar de
“en la isla de espejos la pasión no está mensurada”
de
“en mi torre sin fin las rajaduras de las copas suenan
              dulcemente”
o de
“los pecados mudos que tristemente aúllan”
Más aún
“como los filamentos tenues de la noche en tus ojos”
pero de
“la mirada admonitiva de un ciempiés de medio
             cuerpo muerto
que se divierte ante el espectáculo
de un grupo encantador de coristas amigas”
o de
“la mirada vidriosa del azúcar
que endulza corazones de agua tibia”
o de
“el sudor de la sal antes del primer baño”
Más aún
“todas las rutas de las axilas conducen al vientre”
eso ya es otra cosa
Es algo así como freír su propia salsa en un asador
                        de púas
es decir
HACER UN ABANICO DE LA CÁRCEL

miércoles, 8 de marzo de 2017

Dossier: Las ardientes pisadas. Homenaje a Emilio Adolfo Westphalen


En el año 2013 la revista IBERIC@L (Universidad Paris-Sorbonne Paris IV), número 3, publicó un Dossier monográfico: Las ardientes pisadas. Homenaje a Emilio Adolfo Westphalen, coordinado por Laurence Breysse-Chanet e Ina Salazar. En ese dossier se puede leer los trabajos:

«Westphalen en sus extrañas ínsulas»
Gema Areta Marigó (Universidad de Sevilla)

«La imagen y su absurdo, en la primera poesía de Emilio Adolfo Westphalen»
Ina Salazar (Universidad de Caen-Baja Normandía, LASLAR)

«Lectura de Abolición de la muerte»
Marie-Claire Zimmermann (Universidad de París-Sorbona, CRIMIC EA 2561)

«Objeto/sujeto en la poesía de Emilio Adolfo Westphalen»
Helena Usandizaga ( Universitat Autonoma de Barcelona)

«Mitigar avernos, padecer belleza: la última poesía de E.A. Westphalen»
José Morales Saravia (Universität Würzburg)

«Westphalen: La poética de la gracia»
William Rowe (Birkbeck University of London)

«Nada más que pecios…»
Hervé Le Corre (Universidad de la Sorbona Nueva, CRICCAL)

«E.A.Westphalen et l’avènement de la poésie»
Daniel Lefort, universitario, Consejero Cultural (San José, Costa Rica)

«Traducir a Emilio Adolfo Westphalen: alzarse más bajo, antigua angustia»
Laurence Breysse-Chanet (Universidad de París-Sorbona, CRIMIC EA 2561)

La revista IBERIC@L en la actualidad va por el número 10, su número 3 dedicado al poeta peruano Emilio Adolfo Westphalen puede descargarse en este enlace: http://iberical.paris-sorbonne.fr/wp-content/uploads/2012/04/Iberical-Numero-3.pdf

Crédito de la fotografía:  Archivo de Herman Schwarz

NARRADOR LUIS URTEAGA CABRERA RECIBIRÁ EL PREMIO CASA DE LA LITERATURA PERUANA


En mérito a su obra, caracterizada por haber contribuido a iluminar y enriquecer distintos espacios marginados en el país, invisibilizando la figura del autor y apartando cualquier afán de reconocimiento, el narrador Luis Urteaga Cabrera recibirá el Premio Casa de la Literatura Peruana 2017, máxima distinción institucional que le será otorgada en ceremonia pública el próximo jueves 20 de abril.

La obra de Urteaga Cabrera, que ha transitado por diversos géneros, ha mostrado un acercamiento solidario y testimonial hacia dos grupos sociales principalmente: los urbano-marginales y los amazónicos. Desde los adolescentes de la correccional de Maranga, en su novela Los hijos del orden (1973), así como los integrantes de la comunidad shipibo-conibo y la riqueza de su tradición oral en El universo sagrado (1991) y El arco y la flecha (1996), el autor, a través de la palabra escrita, sensibiliza y muestra al lector la situación de estos sectores apartados sea por barreras sociales, geográficas o culturales. En esta experiencia amazónica Urteaga Cabrera despliega, además, una labor pedagógica importante, a través de textos de educación ambiental e intercultural.

"Acepto este reconocimiento principalmente porque conozco y aprecio la labor que desempeña la Casa de la Literatura en favor de nuestras letras. A ese esfuerzo, es sumamente grato contribuir", señaló el narrador al ser informado sobre este galardón que se suma a una serie de distinciones tanto nacionales como internacionales que ha recibido a lo largo de su trayectoria.

Renuente a participar en actividades públicas, a ofrecer entrevistas y dejarse fotografiar, el autor galardonado se ha mantenido en un silencio aparente, pues ha seguido creando, tal es así que tiene un libro sobre guiones de cine inédito, así como una colección de relatos para niños próxima a publicarse. Esta actitud de invisibilizarse para Urteaga responde a la convicción de que el autor es menos importante que la obra, y una actitud de rechazo al exhibicionismo por parte del escritor.

La ceremonia de premiación se realizará el jueves 20 de abril, a las 7 p.m., en el auditorio de la Casa de la Literatura Peruana (Jr. Áncash 207, Centro Histórico de Lima). Participarán, junto al autor homenajeado, el narrador Guillermo Niño de Guzmán, el escritor e investigador en literatura amazónica, Ricardo Virhuez Villafañe, y la directora de la Casa de la Literatura Peruana, Milagros Saldarriaga Feijóo. La entrada es libre para el público en general.

Desde el 2010, el Premio Casa de la Literatura Peruana es concedido anualmente a destacados escritores e investigadores de las letras peruanas como reconocimiento de su contribución a la reflexión y la creación en torno a la literatura. Esta distinción ha recaído en autores como Mario Vargas Llosa, Carlos Germán Belli, Antonio Gálvez Ronceros, Edgardo Rivera Martínez, Oswaldo Reynoso, José Miguel Oviedo, Carmen Ollé y Leoncio Bueno.


SOBRE LUIS URTEAGA CABRERA

Luis Urteaga Cabrera nació en la ciudad de Cajamarca el 1 de junio de 1940. Cursó estudios de Matemáticas en la Universidad de Trujillo y luego, en 1960, ingresó en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Ese año participó en un proyecto de investigación en el Reformatorio de Menores de Maranga con el objetivo de mejorar las condiciones de vida de los internos, el cual daría origen a su novela Los hijos del orden.

En 1968 ganó el Premio Nacional de Cuento de la revista Visión del Perú por “La justicia no cae del cielo”, texto que no fue publicado hasta casi tres décadas después con el nombre de “Carretera de penetración”. Al año siguiente, en 1969, obtuvo el primer lugar en el Concurso Internacional de Novelas convocado por la revista Primera Plana y la editorial Sudamericana de Buenos Aires, en Argentina, por Los hijos del orden. El jurado estuvo conformado por Juan Carlos Onetti, Severo Sarduy y María Rosa Oliver. La novela debía ser publicada, tal como lo prometía el concurso, pero por intervención de la dictadura militar nunca vio la luz. El dinero del premio no fue entregado sino tiempo más tarde.

En 1972, Urteaga Cabrera presenta su obra aún inédita a la Bienal de Novela José María Arguedas, instituida por la firma Good Year y, de entre casi 100 novelas, el jurado conformado por los críticos José Miguel Oviedo, Abelardo Oquendo y Alberto Escobar, le dio el premio. En 1974 ganó el Premio Nacional de teatro Telecentro por la obra dramática Danza de las ataduras. La obra fue publicada en el número 10 de la revista Textual del Instituto Nacional de Cultura, en octubre de ese año.

En 1979 inició sus trabajos con las comunidades nativas ubicadas en la ribera del Ucayali, en la selva peruana.  Esta actividad se prolongaría hasta el año de 1988 y sería la base para sus siguientes publicaciones: El universo sagrado (1991), El arco y la flecha (1996), y sus obras infantiles: El otorongo y el oso hormiguero y otras fábulas de la Amazonía (1992) y La tortuga y el otorongo negro y otras fábulas de la Amazonía (1996), siendo el primero de ellos galardonado con el prestigioso premio IBBY–International Boardon Books for Young People.

En 1995, la legendaria editorial francesa Gallimard publica la traducción de El universo sagrado con el título de L'universenchanté des Indiens Shipibos. Une version littéraire des mythes et légendes de la tradition orale shipibo-conibo.


Sus participaciones públicas disminuyen radicalmente hasta que en diciembre de 2014 el sello Casatomada reedita su novela Los hijos del orden, que incluye un testimonio inédito sobre la historia detrás de dicho libro. Asimismo, en 2015, dentro del IV Coloquio Internacional de Literaturas Amazónicas, se le organizó un homenaje, con la participación de Aliza Yanes y Roberto Reyes Tarazona, amigos y estudiosos de su obra.


Crédito de la foto: Edwin Cavello (Lima Gris).

martes, 7 de marzo de 2017

POEMAS DEL SURREALISTA PERUANO AUGUSTO LUNEL


Augusto Lunel (Lima, 1925), seudónimo de Augusto Sánchez del Ottre. Escribió un Manifiesto del cual suele citarse la frase: «Estamos contra todas las leyes, empezando por la ley de la gravedad». Felipe Buendía escribe: «Lunel se paseaba con su cara de horrido plenilunio y terno negro y sus maneras de sierpe, con gafas que en vez de cristales tenían apuntalados palillos de fósforo y así contemplaba la estupidez pictórica del academicismo criollo. Dadá-Breton, pasaba de mano en mano, venían a la Biblioteca Nacional a sacarme bajo el guardapolvo bibliotecológico, el Ulises, Una temporada en el infierno de Rimbaud, Les Chants de Maldoror de Lautreámont y algunas tripas de Sade. Lunel era Sade. Se parecían incluso». En los años 50 viajó a México, y al parecer por intercesión de Octavio Paz publicó su libro Los puentes (1955), con ilustraciones de Leonora Carrington. El crítico Hugo J. Verani en su libro La hoguera y el viento. José Emilio Pacheco ante la crítica (México DF: Era, 1994), apunta este hecho: «A las doce del día, Octavio Paz salía de la Secretaría de Relaciones Exteriores a tomarse un café al Kikos, con Tomás Segovia, Ramón Xirau o Augusto Lunel, un peruano siempre hambriento y muy buen poeta» (p. 20). Lunel tiempo después viaja a Francia, y se instala al sur, algunos poetas peruanos como Elqui Burgos lo conocieron y lo recuerdan como todo «un personaje». En 1971 entrega a la imprenta su segundo poemario, esta vez editado en Lima, con el título Espejos paralelos. En el artículo «La fantasía sediciosa» (Letras Libres, Nº 11, 1999), Mario Vargas Llosa afirma sobre Lunel —aunque este dato no ha sido corroborado fehacientemente— que era «un versátil poeta peruano que terminó ejerciendo el sorprendente oficio de guardaespaldas del general De Gaulle». Fue parte del grupo surrealista peruano de los años 50 al lado de Ricardo Milla, Fernando Quíspez Asín Roca, Luciano Herrera, etc.

Libros: Los puentes (México: Talleres de Periódicos y Revistas S.A., Serie Los Presentes, 1955); Espejos paralelos (Chosica: Ediciones Universidad Nacional de Educación, Serie La Flor de la Cantuta, 1971).

Fuente de la foto: http://imaginariotranseunte.blogspot.com.ar/2009/02/espejos-paralelos-augusto-lunel.html



INSOMNIO EN EL ATAÚD

Mi cadáver se pudre conscientemente,
recuerdo la tierra agusanándose de hombres,
me devora una bandada de pájaros subterráneos,

Veo la niebla –mi casa abandonada–
donde pedazos de hada, las gaviotas,
alumbran dulcemente
niños que entierran vivos sus palotes.
Siento allá mis muletas inválidas,
de quietud vertiginosa,
en el océano mis ojos, burbujas estallando.

¿Podré levantar mis párpados, pesados de negrura?
¿Saldré a la luz, que cicatrice mi corrupción,
que reemplace mi piel destruida por la oscuridad,
que llene mis vacías cuencas
de sendos ojos para ver por dentro y por fuera?



*

Un rayo de oscuridad ha partido la tierra
–¡sonidos destilados en lentas telarañas,
bañaban pájaros de cabezas apagadas!–.

Miedo de oír cuartearse la oscuridad.

Miedo a que un rayo de luz rompa todos los cristales.

Estas tinieblas nos llegan de algún astro.
¡Sólo sedimento de luz molida, en el fondo del mar!
¡Sólo cabellos de náufragos despiertos
ardiendo bajo el agua!

Oscuridad con los ojos abiertos,
oscuridad que penetra en el sol;
ciénagas dormidas le abren las entrañas,
cuervos pulverizados baten las alas.

Mas la claridad de la brisa, que la piel percibe,
lo que queda de luna en el rostro de la amada,
y la luz exprimida a los cristales
(aún son los cabellos del hada del estanque)
harán abrirse auroras en las naves.



*

Flora mineral que penetramos
para coger frutas de gusto transparente.

Días que se suceden en el interior vacío de un gran ojo.

Un súbito silencio rompería los cristales.

Una transfusión de savia en el otoño
provocaría la caída de las manos.



*

Hasta nosotros los escualos caíamos
en las finas redes tendidas por la luna.
Como soles mojados,
se dilataban medusas en lugar de pupilas,
arpas líquidas se derramaban en la costa,
la música granaba entre las piedras.

Los mil oídos rotos abierto a la luz,
las estrellas cortando los guijarros,
en las arenas disperso el firmamento.



LA MAGIA DORADA

¡Magia dorada!
¡Ciudades siempre en llamas,
en cuyas torres la inocencia nos devora!

Alimentemos el verano que provocan los tigres en su lucha,
golfos del mar de fuego, nuestros ojos
acojan las escuadras, incendiadas al hender el cielo.
El canto de las tripulaciones de oro abrasa el horizonte.
¡Todo resplandor es la araña que hila la red en que caigo!

Las ternuras del sol, que ya es nuestra garra derecha,
hacen arder la sombra con una cabellera;
los jardines absortos con que miras;
tus manos,
que las grandes verdades se descubren con las manos.
El más oscuro bosque tan sólo es llamarada detenida.



EL DÍA TIENE VEINTICUATRO VERANOS

Siempre despertamos a un nuevo sueño.
El mar es la otra cara del sol,
Y el aire sigue siendo el océano.

Llena de alondra el agua en los rompientes.
Entre sus llamas, súbitos aposentos
donde el eco de nuestros pasos abre la tierra, el cielo.

Todo el fondo del mar nos llega en una ola.
¡Los propios ojos son castillos
de la hechicera de cristal!

En el reino del agua que salta embravecida,
¿qué pantera es la ola más alta?
¿qué puñalada azul la más profunda?



*

Mi amada es un día de dos soles,
su mirada es la estación de los metales.

Viajo por su garganta,
por desnudos planetas que habito con los labios.

Mis manos sueñan,
atraviesan jardines donde las flores son aves.

Sus hombros, ángeles atrapados en el vuelo,
me raptan en la huida.

Su corazón y el mío palpitan entre sus muslos.

Viajo por sus cabellos hasta el estanque de los peces de oro,
por aguas de otro planeta, cuando me mira.

Mi amada es la ciudad
donde por todas las calles se llega a la luna,
hermosos tigres se asoman a las ventanas.



7

En las siete ciudades de la
princesa de siete años

En la ciudad cuyo silencio confina con su pelo de niña.
En las dos ciudades sumergidas bajo las aguas.
En la ciudad donde hay una niñita siempre enamorada a quien devoro dulcemente.

En las dos ciudades, en la cumbre de cuyas cúpulas repletas de palomas, crecen los botones de dos rosas, cuando llega el amor.

Y en la flor más amorosa del mundo, donde habita el niño más amoroso del mundo, al centro del universo.



EL QUE PUEDE MIRARSE SIN QUEDAR CIEGO


La música herirá los ojos del durmiente,
¡tan blanco será el rumor de su vuelo!

Todo el cielo a su paso se poblará de glaciares.

Un solo cisne: la nieve
–las comarcas de armiño que se anexa a la luna–,
las albas plumas que nacen a las olas al intentar el vuelo,
y la bandada nívea que purifica el aire.

Aún hendido el azul que en otra edad
cruzamos los albatros.
El eco de nuestro grito tiende estepas como ángeles,
y el candor de la espuma
que hace nuestra imagen, reflejada en el agua,
provoca los aludes.

Su reino se abre,
Siempre que se abren las alas de los cisnes.
La pradera de alabastro es una rosa de pétalos compactos.

Con su implacable bondad
clavará en tu corazón la estrella de mil puntas.

Mi osamenta dispersa levantará los brazos, hará señas,
con un brazo en la tierra, otro en un lácteo planeta.
           

    
*

Entre dos albas corre un jinete negro,
su propia lengua le quema el paladar,
un cuervo ciego muere en su garganta.



*

Algo queda de tus ojos en lo que miras;
el pájaro deja en el espacio un vacío
que me arrastra a los abismos del cielo.




*

Voz negra
que deja amarga la boca



*


El hacha del resplandor cae sobre tu cuello.

Cinco poemas de Nuno Júdice

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